En 1998, el conocido guitarrista norteamericano Ry Cooder, regresa a Cuba, donde había estado un par de años antes grabando un trabajo con músicos locales. En esta ocasión, se reúne con el vocalista Ibrahim Ferrer y el resto de los músicos que había conocido en su anterior viaje, con la intención de grabar un nuevo álbum.
El director de cine Wim Wenders, junto a un reducido grupo de filmación, observó a los músicos en el estudio y rastreó sus vidas en La Habana. Así cobró vida este documental, que registra el viaje de los músicos cubanos y de Ry y su hijo Joachim Cooder, desde el país caribeño hasta la ciudad de Ámsterdam -donde ofrecieron dos conciertos-, y que finaliza en Nueva York, con una presentación en el Carnegie Hall.
El antecedente del film, hay que buscarlo en 1996, cuando Ry Cooder viajó hasta los Estudios Egrem, en La Habana, interesado en cierta música con ritmos provenientes de África. Si bien en principio, las cosas no salieron tal como pensaba, ya que un grupo de músicos africanos que tenía que volar desde Francia, nunca llegó a Cuba, esto no le impidió conocer a un grupo de legendarios músicos cubanos, que habían pasado prácticamente al olvido, cuyas edades fluctuaban entre los 60 y 90 años. El resultado fue Buena Vista Social Club, un álbum ganador de un Grammy cuyo éxito fue aclamado internacionalmente.
El trabajo resultante, una entrañable película, estuvo nominado al Oscar como mejor documental largo.
Gracias, en buena parte, al disco y al film, nombres como Compay Segundo, Eliades Ochoa, Ibrahim Ferrer, Omara Portuondo, Rubén González, Orlando 'Cachaíto' López, Amadito Valdés, Manuel 'Guajiro' Mirabal, Barbarito Torres, Pio Leyva, Manuel 'Puntillita' Licea, Juan de Marcos González..., lo mejor de la vieja trova, el inolvidable son cubano, fueron rescatos del olvido.
Aunque la apariencia es la de un documental sobre la música tradicional cubana del siglo XX, evidentemente es mucho más, es todo un retrato sobre la Cuba contemporánea, los efectos del ferrero bloqueo norteamericano sobre la isla y el devenir diario de muchos de los habitantes de La Habana, que viven como buenamente pueden.
La sensación de decadencia, ruina y miseria está presente en las imágenes que se nos ofrecen. Autos viejos, neveras de hace 50 años, casas destartaladas con cuatro muebles, gente ociosa en las calles, como viendo pasar la vida... Una mezcla de pobreza y conformismo, pero con esa alegría que tiene esta gente, algo que debe ser intrínseco a su ascendiente africano y latino.
Después tenemos a los músicos. Ry Cooder rescató a este grupo de personas, cuya memoria estaba perdida. Muchos de ellos se habían dedicado a la música hasta que los avatares políticos de su patria desembocaron en el cierre de clubs y salas de fiesta, sobre todo en los años 60. Ellos, entre canción y canción, nos van contando anécdotas de su vida. Casos como el del pianista Rubén González, un auténtico virtuoso y que cuando preguntaban por él, les decían que no tocaba desde hacía 10 años porque tenía artritis, cuando lo que ocurría es que no tenía ni piano en qué tocar; o el vocalista Ibrahim Ferrer, que vivía retirado, limpiando zapatos de forma ocasional para ganar algún dinero extra.
La película es todo un testamento de estos viejos músicos, algunos de los cuales murieron en los años inmmedatamente posteriores. Un homenaje a los ritmos cubanos, hecho con el corazón, pero en el que queda patente la calidad artística y humana de estas gentes que, como niños pequeños, descubren Nueva York cuando van allí a tocar y quedan sorprendidos por lo que hay en el mundo fuera de su isla.
Es curioso ver a Compay Segundo, al inicio del film, cuando está buscando dónde estuvo el Club Buena Vista, decir: Hay que preguntar a los "vieeehos", él que tenía 90 años, pero, eso sí, el espíritu de un jovencito. O la imagen de Omara Portuondo, en una de las actuaciones en Amsterdam, llorando de emoción al recibir el aplauso de un teatro lleno hasta los topes.
Tras el éxito del disco que grabaron, que recibió el premio Grammy, alguno de estos músicos fue tentado para exiliarse en Miami, ninguno quiso, pese a las penurias, llevaban a La Habana en las entrañas.
Grandes artistas, sí, pero también personas sencillas, con una dignidad que está por encima del éxito o del dinero.
Conozco muy poco de la denominada "la vieja troba" pero me gusta el son cubano.
ResponderEliminarBuen comentario del film!
El régimen comunista siguió apoyando la cultura, pero en la canción popular (por así llamarla), se volcó con la llamada "nueva trova" (Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Gladys del Monte Horruitiner, etc.), con gente también muy buena y de gran calidad; pero arrinconó a estos viejos músicos que volvieron a salir a la palestra gracias al álbum y luego a la peli.
EliminarNo la he visto, pero digo como Paloma buen repaso. Yo también entiendo poco, pero me gusta la música cubana.
ResponderEliminarSaludos Trecce.
Tenemos muchos lazos con ellos y la sentimos como algo un poco nuestro.
EliminarEstupendo documental, con la música cubana en el recuerdo, pero también, como apuntas, con la miseria y el abandono como protagonistas.
ResponderEliminarDices los 90 años de Company Segundo, encima todos fumando puros como carreteros, como si nada.
Saludos.
Es cierto Ethan, su habano, su traguito de ron y poco más les basta para estar tan contentos (al menos en apariencia)
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