A mitad de camino entre el Cielo y la Tierra, los que acaban de morir son recibidos por unos guías que les ayudan a examinar sus recuerdos con el fin de rememorar un momento decisivo de sus vidas. Cada uno de los muertos debe escoger un único recuerdo para que sea plasmado en una película y poder llevarlo con ellos cuando vayan al Cielo. Pasado este trámite, partirán a la eternidad con un solo recuerdo en su memoria.
Aunque hemos hablado de cielo, lo cierto es que la información que reciben cuando llegan al lugar es que no hay cielo, al menos tal como lo entendemos en nuestra cultura, tampoco infierno, ni juicio, sino un lugar indeterminado donde pasarán la eternidad.
A pesar del toque fantástico, la película se mueve en un cierto realismo alrededor del mundo de la memoria y los recuerdos, conformando cada una de las historias individuales una especie de breve documental que será llevado al celuloide en lo que constituye también un pequeño homenaje al cine, desde su concepción (al fin y al cabo qué es el cine sino la plasmación en imágenes de los sueños de un autor que ha imaginado en su cabeza una historia), hasta su realización, pues nos muestran trucos y decorados con los que tratarán de reproducir el recuerdo que cada cual quiere llevarse consigo.
La película tiene algo de cine experimental sobre esta idea que, en cierto modo, deriva del viejo género narrativo japonés de los «kwaidan» o cuentos sobre fantasmas. La eficacia de su belleza narrativa hace que contemplemos con agrado lo que estamos viendo y, si tienen ocasión de verla, díganme si son capaces de sustraerse a indagar en su memoria para llevar a cabo el ejercicio de elegir un solo recuerdo de su vida que se llevarían al más allá.
¿Un solo recuerdo? Difícil decisión.
ResponderEliminarMuy difícil, tanto que la película refleja que algunos no pueden decantarse por uno en concreto y se quedan indefinidamente en ese lugar de tránsito.
EliminarLa tengo pendiente. Te mando un beso.
ResponderEliminarA ver si te gusta.
EliminarUn saludo.