El eco de un tiro en los despachos de Whitehall, el complejo administrativo que el gobierno británico posee en el centro de Londres, no anuncia tan solo la extraña muerte de Radeechy, un alto funcionario, sino también el inicio de una sutil intriga. Kate y Octavian, jefe del departamento donde trabajaba el difunto forman un matrimonio aparentemente feliz que alberga en su casa de Dorset a un extravagante grupo de personajes: un excéntrico tío que abandonó la India bajo sospecha; un atormentado amigo superviviente de Dachau; dos amigas de Kate, una viuda y la otra divorciada; hijos de distintos matrimonios; conocidos y Ducane, amigo y visitante ocasional, subordinado en el trabajo de Octavian, nombrado responsable de la investigación interna y amante platónico de Kate. Muchos de ellos, como iremos descubriendo, están relacionados, directa o indirectamente, con el muerto en una deliciosa comedia de errores, donde las sonrisas esconden a menudo pecados de cierta hondura. Sirviéndose de los clásicos elementos del thriller, Iris Murdoch explora con maestría los temas que desde siempre le han preocupado: el amor, la amistad, la perversa frontera que separa el bien del mal o la importancia de la sinceridad frente a posibles infidelidades.
No me extraña en absoluto que en el prólogo del libro, Álvaro Pombo saque a colación a Patricia Highsmith, pues a pesar de ser dos escritoras muy distintas, tienen en común eso que en inglés llaman It makes compulsive reading para resumir el tirón popular de un autor o autora, que impide dejar la lectura de cualquiera de las novelas de estas escritoras una vez empezadas, al tiempo que nos impulsa a adquirir todas las obras que fueron publicando a lo largo de los años.
Iris Murdoch es una de las narradoras anglosajonas contemporáneas menos conocidas entre nosotros, pero leerla es un auténtico placer, entrando en contacto con un mundo intelectual de preocupaciones teóricas y prácticas, narrativas y éticas, que resulta extraordinariamente seductor.
Confieso que no he leído nada de esta autora, aunque lo que dices invita a tenerla en cuenta.
ResponderEliminarEscribía muy bien.
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