El teniente de policía Leonard Diamond (Cornel Wilde) persigue al jefe de una organización criminal, llamado Brown (Richard Conte). La amante actual del gángster, Susan Lowell (Jean Wallace), acaba de intentar suicidarse. Al interrogarla en el hospital, le pone en la pista de una tal Alice, nombre que Brown habría escrito una vez ante ella, sobre el vaho de un cristal. Diamond averigua que la mujer de Brown, desaparecida hace siete años, se llamaba precisamente Alice (Helen Walker). Mientras se siente atraído por Susan, el teniente encuentra la pista de Nils Dreyer (John Hoyt), un comerciante de antigüedades que parece tener una prueba decisiva contra Brown y que es asesinado poco tiempo después de la visita de Diamond a su tienda. Al policía se le acaba el tiempo para incriminar a Brown, el Departamento de Policía le insta para que cierre el caso, porque la investigación está costando demasiado dinero.
Cualquier aficionado que haya transitado alguna vez por los caminos de la serie B hollywoodense, sabe de sobra que entre tanta producción cuya calidad responde al menguado presupuesto, de cuando en vez, te encuentra con verdaderas joyas que, gracias a la maestría, las dotes artísticas o ese savoir faire de que algunos están dotados, alcanzan niveles de muchos quilates.
Creo que este film, bajo mi modesta apreciación, tiene algo (o mucho) de eso.
Con una espléndida fotografía de John Alton, toda una institución en el apartado que juega maravillosamente con las luces y, sobre todo, con las sombras, algunas tomas dignas de verse y sabiendo sacar partido de algunas composiciones que, dado que el tiempo es oro en este tipo de producciones, no creo que tuvieran mucho para estudiarlas y se deben más al oficio y el arte del equipo encabezado por un realizador, Joseph H. Lewis, que tenía experiencia anterior como montador, algo que se nota muchísimo en el rodaje, en el que no necesita acudir a secuencias adicionales para trasladar al espectador los subrayados de la historia, sino que están ya contenidos en las mismas escenas de la narración.
Hay muchos ejemplos de esto a lo largo de la película que el espectador avezado captará enseguida, me quedo con un par de ellos, ambos relacionados con escenas que tienen que ver directa o indirectamente con el sexo y es que este film fue considerado muy atrevido en su momento (hoy nos hace sonreír pensar que pudieron causar controversia esas escenas, en las que no se ve absolutamente nada y que para quien no sepa interpretarlas, ni siquiera tendrán significado especial). A lo largo del film se insinúa una relación homosexual entre dos de los secuaces del mafioso Brown, sus nombres Fante (un jovencísimo Lee Van Cleef) y Mingo (Earl Holliman), pues bien, aparte de un par de escenas en que, a través de los diálogos y algún pequeño gesto, adivinamos un aprecio que puede significar algo más que simpatía entre ambos, cuando más explícito queda es en una escena en que, en plena noche, suena el teléfono y Fante, desde la cama, lo coge, suponemos que es un encargo de su jefe, porque en la misma escena, apenas colgar, Fante apremia a Mingo para que se prepare. La acción no se detiene, la narración ha seguido su curso, pero hemos podido apreciar un pequeño detalle, en el mismo dormitorio en que Mingo contestó al teléfono de su cama, hay otra cama, en la que duerme su compañero de fechorías.
Una segunda escena, es la protagonizada por Brown y su amante, Susan Lowell. En un determinado momento, Brown abraza a Susan por detrás, la besa en el cuello y su rostro va descendiendo por su espalda hasta desparecer del plano que se va cerrando centrándose en el rostro de la chica que expresa una mezcla de turbación y placer. Una escena que rompió tabúes y por la que Joseph H. Lewis, tuvo que dar explicaciones a la comisión de moral, por la sugerencia de sexo oral que contiene, algo que, en la época, aplicado al placer de una mujer, era aún escandaloso.
Por cierto, no me resisto a recordar una anécdota sobre esta y alguna otra escena de contenido erótico (repito que hoy nos hace cierta gracia que esto pudiera causar aquel revuelo), protagonizada por Jean Wallace, a la sazón casada con Cornel Wilde, que en el film interpreta al detective Diamond y que también participaba en la producción de la película. Pues bien, el día que rodaron, se llevaron del plato al bueno de Cornel durante toda la jornada de rodaje, con la fútil excusa de buscar exteriores. Al parecer, a Wilde no le gustó nada, ni las escenas, ni la argucia para apartarle del plató, culpando a Joseph H. Lewis de aprovecharse de su esposa. Esta y otras anécdotas, algunas muy divertidas, las cuenta un libro sobre cine negro americano editado por Robert Porfirio, James Ursini y Alain Silver.
El film, como digo, tiene muchos momentos destacables dentro de esta historia en que el policía honrado, persigue al inteligente y malvado mafioso y en el que también, con esa habilidad que hemos descrito ampliamente en los ejemplos anteriores, se sugiere la corrupción de los poderosos y de la misma policía.
Una película realmente en blanco y negro, aquí sí que no hay grises, quizá buscaron, con ese tono tan contrastado remarcar la perversidad de los malos y destacar el rubio platino de alguna de las protagonistas femeninas.
Magnífica interpretación de Richard Conte en su papel de mafioso, quizá el más goloso de la película y una escena final para la historia, al estilo de Casablanca, en que el detective y Susan caminan en paralelo entre la niebla, como si quisieran salir de ella, una especie de metáfora de su pasado, y encontrar la luz que alumbre su futuro.
Pues si entonces se podía parar una investigación por lo que costaba, no quiero ni pensar lo que sucederá ahora con los gastos que se estilan hoy en día en cualquier caso.
ResponderEliminarSupongo que si la investigación se alarga en el tiempo y no hay resultados, ocurrirá algo parecido.
EliminarEs que la atmósfera propia del cine negro, unida a la de las producciones de Serie B, da como resultado un cóctel irresistible.
ResponderEliminarSon esas pequeñas joyas que uno encuentra en estas producciones de vez en cuando.
EliminarHola Trecce!
ResponderEliminarRecuerdo cuando la descubrí por casualidad y no me podía creer lo que estaba viendo. Es tal cual, una autentica joya.
Saludos!
A mí también me lo parece.
Eliminar