Eben Adams (Joseph Cotten) es un artista con vocación sincera, pero sin fortuna, sus telas no pasan de ser mediocres y además ha perdido la inspiración, lo que le mantiene arruinado y abatido, aunque sigue luchando por vender sus cuadros en la Nueva York de la depresión.
Visita la galería de arte que dirige la ya madura señorita Spinney (Ethel Barrymore), junto a su socio Matthews (Cecil Kellaway) que, tras examinar su obra, le recuerda el conocido poema de Robert Browning sobre Rafael y Andrea del Sarto. Andrea del Sarto dominaba la proporción, la anatomía, el color. Lo tenía todo y no tenía nada. Al igual que Eben Adams, no amaba su arte. Rafael podía equivocarse en la ejecución, pero sus obras siempre eran intensas y sinceras, porque él sí amaba su obra.
A pesar de todo, Spinney le compra un cuadro con unas flores sin ningún valor artístico y le anima a continuar su búsqueda.
A pesar de todo, Spinney le compra un cuadro con unas flores sin ningún valor artístico y le anima a continuar su búsqueda.
Es un día frío de invierno y, tras vender su cuadro, Adams conoce a una bonita pero extraña chiquilla en Central Park vestida de un modo anticuado, llamada Jennie Appleton (Jennifer Jones). A partir de ese momento se suceden otros encuentros, con la particularidad de que en breves intervalos de tiempo la chica se va convirtiendo en una bellísima joven, de la cual el pintor se enamora.
Pero Jennie esconde un secreto.
Pero Jennie esconde un secreto.
El guión se basa en un relato de Robert Nathan. El prestigioso Ben Hecht (Scarface, 1932; Gunga Din, 1939; Cumbres Borrascosas, 1939; Encadenados, 1946...), el primer guionista de cine que recibió un Premio Óscar al mejor argumento, se encargó inicialmente del guion, pero su aportación se limitó al prólogo, que incluía citas de Keats y Eurípides, y una interrogación pascaliana sobre el destino del hombre en el infinito universo, para acabar apartándose del mismo, del que se hicieron cargo Paul Osborn y Peter Berneis, bajo la supervisión del productor David O. Selznick.
Aunque casi toda la película está en blanco y negro, la secuencia del maremoto, hacia el final, se muestra en tinte verde, y la toma final del retrato completo de Jennie está en Technicolor.
El fracaso en taquilla del film, significó el comienzo de la decadencia de David O. Selznick como productor de Hollywood y, aunque se arrepintió de haberse embarcado en este proyecto, desde 1946, siempre estuvo colgado en su casa, como una de sus posesiones más valiosas, el retrato de Jennie pintado por el conocido retratista Robert Brackman, no en vano, Jennifer Jones fue la esposa del productor desde ese año hasta la muerte de Selznick.
La historia es una especie de cuento de hadas misterioso y con un fondo, no digamos de terror, pero sí, al menos, que produce cierto desasosiego y con bastante de sobrenatural. Paralelamente a la peculiar relación de los dos protagonistas, hay un romance soterrado, marcado por la diferencia de edad, de la señorita Spinney hacia el pintor. Ella le dice que le recuerda al novio con el que estuvo a puntos de casarse y él, tras su primer encuentro, se despide diciéndole: Tiene unos ojos preciosos.
La película es algo más que una historia de fantasmas o de relación con seres sobrenaturales, está cargada de poesía y de profundas reflexiones, siendo la relación pasional entre el artista y su fuente de inspiración una de ellas. Esa inspiración no tiene que venir necesariamente de una persona, puede ser un paisaje, un acontecimiento determinado o un entorno concreto, pero siempre hay una unión que resulta trascendente, en ocasiones, obsesiva.
Película cargada de simbolismo de principio a fin, desde la relación del pintor con la señorita Spinney, entre lo romántico y lo materno/filial, hasta cada uno de los encuentros de Eben con Jennie (en el convento/seminario de monjas, las escenas del faro, etc.), resultan también muy interesantes los aspectos técnicos y visuales, con encuadres cuidados. algo de experimentación e imágenes influenciadas por grandes clásicos del cine alemán (Murnau, Reinhardt, Paul Leni...), no en vano, su realizador, William Dieterle, era de origen judeo-alemán.
Como queda dicho, la película fue un fracaso en taquilla, sin embargo, hoy en día está considerada como un clásico del cine que, aparte de sus valores fílmicos, nos permite disfrutar de las actuaciones de los dos protagonistas y de dos grandes actrices, aquí en papeles secundarios, como son Ethel Barrymore o el mito del cine mudo, Lillian Gish.
Una maravilla de película y una muy buena reseña la tuya. En su día la celebramos en el blog con un cine fórum de lo más jugoso.
ResponderEliminarTuvo que esperar el paso de los años para ser reconocida como lo que es.
EliminarYa desde la voz en off del inicio, hay algo mágico en esta película. José Luis Guerín hace alusión a ella en "Guest" (2010).
ResponderEliminarUna de esas películas que ha sido más valorada con el paso del tiempo que en su momento.
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