miércoles, 1 de enero de 2020

EL INCINERADOR DE CADÁVERES

Karl Kopfrkingl (Rudolf Hrusínský) disfruta de su trabajo en un crematorio en Checoslovaquia a fines de la década de 1930. Le gusta leer el libro tibetano de los muertos, defiende la idea de que la cremación alivia el sufrimiento terrenal y desarrolla su trabajo con dedicación: antes de quemar un cuerpo, siempre lo prepara muy bien y su mayor preocupación es que el tránsito de los difuntos hacia el más allá, sea lo más rápido y limpio posible. La misma dedicación que tiene con su esposa, su hijo y su hija, que no pueden tener queja de que Kopfrkingl no mire por ellos.
Cuando la República Checa es ocupada por los nazis, el incinerador recuerda la sangre alemana que corre por sus venas y percibe que tiene una oportunidad para avanzar en su carrera. Incluso considera una estupidez que su esposa, mitad judía y su hijo, sean amigos de los judíos. Todo esto ocurre a raíz de un encuentro con Walter Reineke (Ilja Prachar) en una fiesta, es un antiguo compañero de armas con quien luchó por Austria en la Primera Guerra Mundial. Reineke convence a Kopfrkingl para que se afane en enfatizar su herencia supuestamente alemana y para que se afilie al partido nazi, incluso le anima a que envíe a su tímido hijo a la escuela alemana. Reineke también le sugiere que la esposa medio judía de Kopfrkingl está frenando su avance en su trabajo y que supone un lastre en su propia promoción.


Basado en una novela de Ladislav Fuks (co-guionista de la película), publicada en 1967. La novela es una historia de terror psicológico sobre un trabajador de un crematorio que, a través de la influencia de la propaganda nazi y la filosofía oriental, se convierte en un maníaco.
Tras su estreno en 1969, la película estuvo prohibida en Checoslovaquia hasta la caída del régimen comunista en 1989.


Magnífica alegoría, no solo sobre el nazismo, contra el que explícitamente va dirigida, sino contra cualquier forma de autoritarismo que, como hace el protagonista del film, pretenden salvar a la humanidad de sus padecimientos, eso si, sin contar con ellos, sencillamente convirtiéndose en salvadores por la gracia de Dios. Iluminados que corrigen las desgracias de sus semejantes, curiosamente, conduciéndoles hacia desgracias aún mayores.
Kopfrkingl es un obseso de la cremación y sus beneficios para la humanidad y ve, en la llegada de los nazis, una oportunidad de oro para poner en práctica sus sueños de convertir en cenizas a todo hijo de vecino. Lo que tarda a naturaleza en hacer 20 años, yo, con mi horno, lo hago en menos de una hora, ese es su pensamiento. El símil con las teorías nazis y, sobre todo, su cruzada por la limpieza étnica, no puede ser más obvio.
Su realizador, Juraj Herz, nos ofrece un trabajo que se acerca al cine de arte y ensayo, con un acentuado toque intelectual, utilización generosa del gran angular en algunas de sus escenas y, sobre todo, una transición entre escenas muy llamativa y que está entre lo más conseguido de la película.




6 comentarios:

  1. Como medio escalofriante...y más cuando has vivido un régimen totalitario como el actual de Venezuela

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  2. Una película magnífica, que sorprende por lo atrevida y por la expresividad de la fotografía y audacia de la cámara. Excelente.

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    1. Es un magnífico film para comprobar nuevas formas. Todo un riesgo que toma el realizador y que resulta muy interesante.

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  3. Una de las películas que se proyectaron en la primera edición del Festival de Sitges, allá por 1968. A mí siempre me ha encantado el vals que Zdeněk Liška compuso para la banda sonora: https://www.youtube.com/watch?v=tPhnDLv_oAs

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