martes, 21 de enero de 2020

UNA OPERACIÓN DESASTROSA (504º PARACAIDISTA EN GELA)

La batalla de Gela (una población de 40.000 habitantes), resultó decisiva dentro de la Operación Husky, como había sido bautizada la invasión de Sicilia. Allí se produjo un contraataque alemán con tropas italianas de la 4ª División de Montaña“Livorno” y 17 tanques Tiger alemanes de la División Panzer “Hermann Goering”.
Al final del día 11 de julio de 1943, ocurrió una terrible tragedia en el bando norteamericano que pudo haberse evitado de no ser por una negligencia de los mandos. Todo ocurrió cuando el general Patton, en Gela, solicitó que, desde el Norte de África, le enviasen refuerzos paracaidistas de la 82ª División Aerotransportada para fortalecer el frente de los contraataques ítalo-germanos. La petición fue escuchada y desde Túnez despegaron 144 aviones de transporte C-47 Dakota con 2.000 paracaidistas a bordo, pertenecientes al 504º Regimiento. El general Ridgway, había dado la orden por medio de un mensaje cifrado: "Esta noche poneos pijamas blancos". Patton firmó una orden a las 8:45 horas, para que se tuviera especial cautela de no disparar sobre esos aviones amigos, pero la congestión reinante en la sala de transmisiones del buque Monrovia, impidió su codificación y no fue enviada hasta las 16:40.
"Siempre hay algún hijo de puta que nunca se entera de las cosas", reza un axioma de la Marina. En este caso no se enteraron de las cosas miles de hombres. Las embarcaciones más pequeñas, no sabían nada del salto programado y tampoco ninguno de los tres regimientos situados en el sector de la 45º División, donde los aviones debían realizar el primer lanzamiento.
Durante seis semanas Ridgway había venido advirtiendo de la posibilidad de que se cometiera un fratricidio, y si él estaba nervioso en tierra, Patton, abordo del Monrovia, estaba demasiado atareado para obedecer su propio consejo y desoír las advertencias de sus temores. Su bravuconería de la tarde se esfumó cuando se dio cuenta de que estaba sentado sobre un polvorín. A las 20:00 intentó abortar la misión, pero el 504º estaba en vuelo y no se le podía avisar. Aquella noche Patton anotó en su diario: Me enteré de que no podía establecer contacto por radio. Estoy preocupadísimo.
Nadie sabe quién disparó el primer tiro. El C-47 que encabezaba la formación llegó a las 22:40 en medio de una calma sobrenatural. Al cruzar la línea de costa a unos 45 kilómetros al este de Gela, los aviones se inclinaron hacia la izquierda y el primer grupo de 16 paracaidistas saltó por la portezuela abierta de par en par sobre la pista de aterrizaje en la que se encontraba Ridgway alargando el cuello cuanto podía intentando ver algo. Entonces el tableteo de una ametralladora rompió el silencio y empezó a elevarse un chorro de balas trazadoras rojas de las utilizadas por el ejército estadounidense. El contagio fue inmediato. Las balas atravesaban alas y fuselajes, las formaciones se deshicieron, algunos aviones apagaron las luces de posición e intentaron encontrar una senda a lo largo de la costa, otros huyeron a África perseguidos durante 45 kilómetros por las trazadoras. Media docena de aparatos fueron alcanzados con los paracaidistas en su interior, mientras algunos pilotos se negaban a lanzar a sus muchachos, aunque un jefe de escuadrilla dijo al comandante del batallón 504º: ¡Diablos, se está mucho más seguro ahí fuera que aquí dentro! Pero la verdad es que no se estaba seguro en ninguna parte, los hombres murieron en sus aviones, bajando en paracaídas y, por lo menos a cuatro, les pegaron un tiro en el suelo sus propios compañeros convencidos de que eran alemanes. A los paracaidistas se les había dado un santo y seña -ULISSES/GRANT-, que nada tenía que ver con el utilizado en el sector de la 45º División -PIENSA/RÁPIDO-
Ridgway, como tantos otros, contempló entre lágrimas la carnicería, viendo cómo los hombres se estrellaban contra el suelo o caían con el paracaídas envuelto en llamas como velas encendidas.
Cuando el tiroteo cesó y los cañones guardaron silencio, llegó la constatación de que unos soldados habían hecho lo que más teme hacer un soldado: habían matado a los suyos. Veintitrés aviones destruídos, treinta y siete seriamente dañados y 410 bajas, aunque este dato continuó siendo discutido durante mucho tiempo. Aquel fue uno de los peores episodios de fuego amigo de la guerra moderna. El 16 de julio, Ridgway admitió que sólo podía dar razón de tres mil novecientos de los cinco mil trescientos paracaidistas que habían salido del Norte de África con rumbo a Sicilia.
Como dijo uno de los pilotos: El lugar más seguro para nosotros esta noche en Sicilia, habría estado en territorio enemigo.



2 comentarios: