Joe (Ed Oxenbould) es un joven adolescente que se mudó con sus padres a una pequeña ciudad de Montana en 1.960. Su vida está algo por encima de la pobreza que bordea a la clase media, viviendo de un cheque mensual a otro, hasta que ese cheque falta al perder el padre su trabajo como asistente en el club de golf. Esta situación lleva a que se rompa la autoestima de Jerry (Jake Gyllenhaal), hasta el punto de que parece no querer encontrar un nuevo trabajo, hasta que acepta uno mal pagado y muy peligroso, para intervenir en la lucha contra los incendios forestales en las colinas.
Será el momento que marque el comienzo del naufragio del matrimonio. El trabajo de Jerry le obliga a vivir fuera hasta que lleguen las primeras nieves que extingan por completo los incendios, el muchacho echa de menos a su padre y no acaba de entender muy bien qué es lo que le ocurre a su madre, una mujer luchadora y alegre que consigue un trabajo como instructora de natación, en la que se opera un cambio al que asistimos junto a Joe, pasando de ser la respetable esposa y madre que está acostumbrado a ver en casa, a la joven sensual y rebelde de quien originalmente su padre se enamoró que comienza a sopesar lo que implica aceptar los avances de un vendedor de autos rico, de buen humor y veterano de guerra, cuya propia esposa lo ha abandonado.
Joe seguirá, con una mezcla de miedo y dolor, los acontecimientos que deparan esta especie de divorcio de hecho en el matrimonio y la actitud cada vez más errática de su madre.
El guión, del propio realizador del film, Paul Dano y de su pareja, Zoe Kazan, adapta la novela del mismo título de Richard Ford.
Aunque debutante en la dirección, Paul Dano tiene una larga experiencia como actor, es el jovencito al que vimos en Pequeña Miss Sunshine o, un año más tarde, en Pozos de ambición, por citar alguno de los más de treinta films en que ha participado.
No hay nada extraordinario en esta película y la sencillez de su historia, cómo está contada, la cercanía de sus circunstancia, en la que reconocemos a personas de carne y hueso y las buenas actuaciones de los personajes principales, son su mayor atractivo.
Bastante bien ambientada, la narración transcurre bajo el punto de vista del muchacho, un joven de apenas catorce años al que ha afectado en cierto modo el traslado de domicilio de la familia, que se encuentra sin amigos en su nuevo entorno, buen estudiante, trabajando como aprendiz con un fotógrafo en sus horas libres para ayudar a la maltrecha economía familiar y que, de buenas a primeras se ve obligado a madurar al contemplar cómo los adultos más cercanos, sus propios padres, se comportan como verdaderos niños irresponsable.
La metáfora del incendio permanente en las colinas, como la amenaza que acecha, o los diálogos con su madre, que le trata como un adulto, ante la perplejidad, en algunos momentos, del joven y la sutileza con que está rodada, con algunos planos realmente brillantes, hacen de ella, una película que merece la pena ver.
Típico: el padre se va de casa jugándose el pellejo, y la madre le pone la cornamenta. En el campo bélico se ha dado mucho ese argumento.
ResponderEliminarEl uno y la otra se comportan como verdaderos niñatos.
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