El 11 de septiembre de cada año, una variopinta tropa que va desde el ciudadano de a pie impulsado por sus convicciones, hasta políticos y capitostes de variado pelaje, hace su ofrenda floral ante la estatua de Rafael Casanova, aquel abogado barcelonés que había sido nombrado conseller en cap y tenido por el último representante de las instituciones catalanas, antes de que estas fueran abolidas por Felipe V.
Ni un solo recuerdo para Don Antonio de Villarroel, el hombre que comandaba las tropas catalanas que defendieron Barcelona de las acometidas del ejército invasor en condiciones altamente desfavorables.
Casanova apenas sufrió represión alguna, Villarroel, según algunos historiadores, murió en condiciones lamentables en una prisión de La Coruña en la que el agua entraba en la celda.
Villarroel era un gran militar que logró conectar de manera simbiótica con aquella tropa, en buena parte procedente de los gremios de la Ciudad Condal, que luchaba por defender sus casas, pero mientras Casanova era el capitoste político, catalán de pura cepa, Villarroel era castellano. Que sí, que era castellano, aunque accidentalmente hubiera nacido en Barcelona donde su padre, un militar originario de Villanueva de los Infantes (Orense), estaba destinado. De hecho, Villarroel había combatido en el ejército de Felipe V hasta 1910.
Quien murió a consecuencia de la defensa de la capital de los catalanes fue un castellano. La tragedia perfecta. Los políticos harán lo que quieran, pero este sí que sufrió la represión del nuevo régimen.
Al catalanismo no le gustó que un personaje nacido por accidente en Barcelona, que no sabía hablar catalán y de formación castellana, se convirtiera en un héroe de la defensa de su capital y, sencillamente, pasó de puntillas.
El asunto es que como los jerifaltes nacios catalanes son todos unos trepas y unos jetas y caraduras, siempre buscan ejemplo en trepas y caraduras. Como el mencionado Casanova, que con herida leve salió huyendo de la ciudad para refugiarse en su masía de Sant Boi de Llobregat y que posteriormente fue perdonado por Felipe V y murió en su cama años después, habiendo disfrutado de cargos y prebendas y ejerciendo la abogacía sin problemas.
ResponderEliminarLa aspiración de los políticos nacionalistas siempre ha sido esta, morir ricos y en la cama. Son héroes que luchan por la pasta y cuando se les demanda por sus fechorías siempre encuentran un cabeza de turco, o se ponen de perfil como recientemente han hecho con lo del referendum del 9 N, todas las órdenes de palabra y "señor juez, esto ha sido cosa de "voluntarios"....
Los héroes son otros, pero ellos se llevan los lauros.
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