lunes, 2 de mayo de 2016

TUAREG

Gacel Sayah (Mark Harmon), es el jefe de un clan tuareg que un día ve llegar a dos desconocidos, prácticamente muertos de sed, a su campamento.
En virtud de las milenarias leyes de hospitalidad por las que se rige este pueblo del desierto, les ofrece hospitalidad, sin saber que son fugitivos de la justicia, uno de ellos es Abdul El Kabir (Luis Prendes), derrocado presidente de la república, a quien persiguen los soldados para recluírle. Las tropas se presentan en el poblado tuareg y se llevan a El Kabir tras haber amenazado de muerte a la esposa y al hijo de Gacel que cuando los militares abandonan el campamento, se apresta a perseguirles para liberar a El Kadir, del que aún desconoce su identidad y lavar así su honor mancillado por haber permitido que se lleven a su huésped.
El film adapta la novela del canario Alberto Vázquez-Figueroa, que también firma el guión junto a Vicente Escrivá.
Es una coproducción hispano-italiana que se rodó en Almería y en territorio de Israel, con algunas escenas en las que hay gran despliegue de extras y con una ambientación bastante conseguida. Quizá de lo mejor de la película es la banda sonora de Riz Ortolani y algunas escenas de acción que encantarán a los amantes de este tipo de cine con tiroteos y combates a espada.


Hay quien ha criticado que el film no recoge bien todo el aspecto sociológico que la novela de Vázquez-Figueroa teje alrededor del mundo de los tuaregs, un pueblo que difiere en algunos comportamientos de los árabes, pero digo yo que algo habrá tenido que ver el propio autor que, según los títulos de crédito, también participó en el guión.
Es cierto que la película se centra mucho en la acción que, por momentos es trepidante y que su director, Enzo G. Castellari, un hombre que proviene del spaghetti western, maneja bien, pero no deja de estar presente el fondo de reivindicación de las costumbres mancilladas de los tuaregs y la crítica, incluso explícita a que quienes dictan leyes cuyo cumplimiento exigen, pero se saltan a la torera otras más antiguas que, no por no haber sido escritas, son menos dignas de respeto.
El desierto y su implacable presencia, se convierten en otro personaje del film que tiene un final inesperado y desconcertante, sobre todo para quienes no conozcan la obra de Vázquez-Figueroa, quien parece que disfruta desconcertando al lector, preparándole para un final y dando un giro inesperado que le lleva a otro bien distinto.




2 comentarios:

  1. Leí el libro en su día y disfruté mucho conociendo las costumbres de los tuaregs que describe V. Figueroa.
    Es un buen libro para culturizarse sobre estas gentes que siendo saharianas odian a los arabes y a los moros en general.

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    1. Aún siendo entretenida, creo que la película no hace justicia al libro, pues se centra más en la acción (la sombra de Rambo es alargada) y toca como de pasada otros aspectos de carácter sociocultural, que en el libro tienen mayor relevancia.
      Creo que la adaptación, en todo caso, es acertada, ya sabemos lo que busca la gente en una película y lo otro, o lo haces muy bien, o te puede llevar al fracaso, así que optaron por darle protagonismo a la acción.

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