Situada en el interior norte de la isla de Gran Canaria, la villa de Teror es uno de los lugares más pintorescos entre tantos como se encuentran en la isla.
La Calle Real es, sin duda, uno de los lugares emblemáticos de la localidad, centro neurálgico de su comercio y espacio en el que, en su momento, edificaron sus casas los ciudadanos más prósperos y significados de la villa, siendo sus imponentes balconadas de estilo canario el símbolo de su poder y prestigio.
La calle desemboca en la plaza donde se encuentra la Basílica de Nuestra Señora del Pino, patrona de la isla, con la imagen de la Virgen en su interior y su torre-campanario octogonal, último vestigio de la antigua iglesia, conocida también como "Torre amarilla" por el color de su piedra.
Quiso la casualidad, pues desconocía la circunstancia, que mi primera visita a la localidad fuera un 8 de septiembre, festividad de la Virgen del Pino.
En esa fiesta participa todo el pueblo vistiendo la clásica indumentarias canaria, es cierto que en alguna ocasión algo modificada y mezclada con prendas modernas, pero, en general, gran parte de la población va ataviada con el traje regional.
Además del atractivo que ya de por sí tiene la localidad, cuya visita recomiendo, la circunstancia del día y la implicación popular en la fiesta, le da un plus añadido de folclore vivo, lleno de colorido.
Don Miguel de Unamuno, que se alojó en la villa, dijo de ella en su obra Por tierras de Portugal y España: "Era una noche de San Pedro, y al volver del castañar a la Villa brillaban por dondequiera las hogueras en las sombras de las montañas y se oía el resonar de los caracoles marinos mezclados al de las ranas. Y entramos en aquel Teror de sosiego donde tan bien se duerme. Allí en Teror, está el santuario de Nuestra Señora del Pino, la consoladora de las aflicciones domésticas de los canarios".








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