viernes, 1 de abril de 2016

CAMILA

En 1828, nace Camila O’Gorman (Susú Pecoraro), hija de una prestigiosa familia porteña. Nieta de Ana Perichón (Mona Maris), un parentesco señalado como trágico por la literatura posterior.
De carácter artístico y soñador, inclinada a la lectura y con impulsos de cierta independencia, por medio de su hermano Eduardo (Claudio Gallardou), conocerá al que va a ser el amor de su vida, el sacerdote jesuita Ladislao Gutiérrez (Imanol Arias), ya que habían sido compañeros de seminario.
Ni Camila, ni Gutiérrez están dispuestos a renunciar al sueño de ser felices, a pesar de la rancia y dura moral de la época, por lo que deciden huir de Buenos Aires para vivir juntos su amor.
Aunque en principio tienen pensado huir a Río de Janeiro, la falta de dinero les hace detenerse en Goya, una localidad de la provincia de Corrientes. Él se hacía llamar Máximo Brandier y ella, Valentina Desan y decían venir de Salta, donde se dedicaban al comercio. Fundaron la primera escuela de Goya en su propia casa y daban cariño, cobijo y todo lo que sabían a las decenas de niños de la zona. Tanta era la demanda que debieron mudarse dos veces a casas más grandes para albergar a más alumnos. Intentando vivir con naturalidad su amor, el 16 de junio de 1848 fueron juntos a una fiesta y allí el cura irlandés Miguel Gannon (Jorge Hacker) reconoció a Gutiérrez y lo denunció al juez de Paz. Fueron detenidos y separados. A Camila la mandaron a la casa de la familia Baibiene y pocos días después, por órdenes directas del gobernador de Corrientes, Benjamín Virasoro, ambos fueron trasladados a la cárcel.


Camila además de ser la historia más o menos idealizada de Camila O’Gorman, es la historia de una mujer de la alta sociedad porteña de la Argentina rosista, que se ha enamorado de un cura contestatario; es decir, es la historia de un amor heterosexual. Y, sin embargo, es la historia de una crítica a un modo de vida obligatorio. La protagonista ha rechazado al mejor candidato para matrimonio y se lanza a una aventura doblemente prohibida, por la familia, que por sus vínculos políticos encarna también al Estado, y por la Iglesia. El final de esta historia es tristemente conocido pero es felizmente comprometido con las convicciones de sus protagonistas. Nadie salva al cura ni a Camila de la pena de muerte, pero tampoco nadie ha conseguido someterlos a retomar los caminos de vida esperables para cada uno.
En esta película, Camila entabla una alianza con su abuela paterna, condenada a reclusión también por un amorío prohibido. Camila simpatiza totalmente con su abuela y cuando los acontecimientos de sus amores con el cura toman estado público, su padre furioso recuerda aquel vínculo con la abuela.
María Luisa Bemberg, una mujer muy comprometida con el feminismo militante, lleva a la ficción genealogías femeninas con actitudes rebeldes, de mujeres que, de algún modo, viven en una época que no les corresponde, son adelantadas, pioneras en un mundo patriarcal donde todo lo que suene a independencia de la mujer, está vetado y considerado prácticamente como pecaminoso, una ofensa a la razón y al orden establecido.
En el caso de Camila O'Gorman, además, se dan una serie de circunstancias que conducen de manera inexorable a un final trágico. La situación política en Argentina vivía unos momentos de enconamiento máximo entre los unionistas y los federalistas del presidente Juan Manuel de Rosas. Los opositores a Rosas, que se encontraban en el exilio, comenzaron una campaña de prensa acusando al presidente de ser el culpable del clima de inmoralidad que llevaba a que sacerdotes se fugaran con las niñas de la alta sociedad. Por otro lado, la Iglesia reclamaba un castigo ejemplar y para cerrar el círculo, el padre de Camila, desoyendo las suplicas de sus más allegados, clamaba venganza en forma de muerte para preservar el honor del apellido. Así pues, ambos amantes, estaban sentenciados, como así fue, sin que hubiera juicio, ni tuvieran oportunidad de defenderse, aplicándoles leyes españolas (cuando Argentina era un país independiente), que ni siquiera en España estaban vigentes.


A pesar de la escasez de medios, María Luisa Bemberg logra un dignísimo trabajo envuelto en una buena banda sonora, con una lograda fotografía muy luminosa y cálida y, a falta de otros recursos, procurando ambientarla en interiores reales.
Con buenas interpretaciones, un Imanol Arias que fue doblado por Lelio Incrocci, en una apuesta arriesgada que pienso podían haberse ahorrado. Capítulo aparte merecen Héctor Alterio, ¡qué decir de él!, magistral, como de costumbre, dando vida al altivo, intransigente y cruel padre de Camila; y Susú Pecoraro, maravillosa Camila, un papel que le valió un buen número de premios y a la que mucha gente en Argentina, donde la película tuvo gran éxito, con colas en los cines de Buenos Aires, sigue identificando con la protagonista del film. Susú es Camila.
La película fue nominada a los premios de la Academia de Hollywood en el apartado de mejor película de habla no inglesa.




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