viernes, 29 de abril de 2016

LAS BICICLETAS SON PARA EL VERANO

Madrid, 1936. Es verano. Luisito (Gabino Diego) ha suspendido la Física, a pesar de lo cual, convence a su padre, oficinista en unas bodegas, para que le compre una bicicleta. Pero el 18 de Julio estalla la Guerra Civil en España. Todo parece que va a terminar en una semana o en quince días, cuando en realidad durará tres años. La familia de Luis (Agustín González) comparte la cotidianeidad de la guerra con sus hijos, la chica de servicio y sus vecinos.
Al principio, casi ninguno de ellos es consciente de lo que está ocurriendo en realidad, aunque a medida que el tiempo transcurren, al ver lo que está pasando a su alrededor, que el conflicto se extiende en el tiempo y las bombas empiezan a caer sobre ellos, la realidad se abre paso en sus conciencias.
A los desconciertos de la guerra, hay que añadir una nueva contrariedad: Manolita (Victoria Abril), la hija mayor, quiere hacerse actriz y además aparece un buen día con la noticia de que va a tener un hijo y el padre ha muerto en el frente. Uno de los vecinos, Julio (Carlos Tristancho), un tipo bastante peculiar, enamorado desde hace tiempo de Manolita, se casa con ella haciéndose cargo de la criatura. Para colmo de males, un mal día, una bomba cae sobre el bazar en que trabaja Julio y este fallece.


Con guión de Lola Salvador Maldonado, la película se basa en la obra teatral del mismo título con la que Fernando Fernán Gómez había ganado el Premio Lope de Vega en 1978.
Aunque el premio que concede el Ayuntamiento madrileño conlleva el estreno de la obra, por dificultades burocráticas, hubo de esperar casi cinco años para verse representada, con gran éxito de crítica y público. Inmediatamente se pensó en trasladarla a la gran pantalla y el productor Alfredo Matas encargó el proyecto a Jaime Chávarri, que se extrañó que no lo hubieran puesto en manos del propio Fernán Gómez que ya había adaptado a Mihura para el cine.
El caso es que Fernando Fernán Gómez se desentendió por completo de la película y se mostró bastante insatisfecho con la adaptación.
El propio Chávarri cuenta que en un viaje que hicieron juntos, le preguntó a Fernán Gómez el porqué de aquel resentimiento y este le contestó que le daba la sensación de que habían quitado de la historia todo aquello que se refería al anarquismo, que a él le interesaba mucho. Tenía razón, continúa Chávarri, pero no lo habíamos hecho adrede como él pensaba, lo habíamos hecho porque no disponíamos de tiempo ni del presupuesto necesarios para hacer una película de más de hora y media.


La peli está muy bien ambientada, aunque es cierto que buena parte de las escenas transcurren en la casa de vecinos en la que viven los protagonistas, de vez en cuando la historia sale fuera y nos muestra la desolación, el peligro, pero al tiempo la vida que continúa en ese Madrid cercado.
Con un buen elenco de actores, todos bastante bien en sus papeles, de los que Agustín González fue el único que repetía de quienes la habían representado en el teatro.


La película pone voz e imágenes a los sufrimientos de la gente corriente, a los sin nombre que hubieron de soportar aquel sinsentido sin haber hecho nada más que dedicarse a sus trabajos, y sobre todo al hambre y al miedo que pasaron. Una situación que vivió en primera persona Fernando Fernán Gómez, un joven de la edad de Luisito, en aquel Madrid asediado y que narra sus propias experiencias, muy bien recogidas por Chávarri, que cuenta una historia desde el prisma de los vencidos, con respeto y atendiendo más al drama humano de la guerra en la gran ciudad que a las digresiones políticas.
Un drama que tiene mucho de costumbrista y que no acabará con el final del conflicto, como espera en su patética ingenuidad Dolores (Amparo Soler Leal), cuando manifiesta su deseo de que retorne la paz, porque como dice Luis, no ha llegado la paz, ha llegado la victoria y no se sabe cuándo volverá a haber otro verano.




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