miércoles, 20 de abril de 2016

LA PLAZA DEL DIAMANTE

Natalia (Silvia Munt), una joven barcelonesa que trabaja como dependienta en una confitería, acude a la verbena de las fiestas del Barrio de Gracia junto a su amiga Julieta (Marta Molins). Allí conocerá a Quimet (Lluis Homar), un carpintero con negocio propio que rápidamente le declara su amor y las pretensiones de casarse con ella, para lo que Natalia (a la que Quimet llama Colometa), ha de romper con Pere (Joan Ferrer), un compañero de trabajo con el que salía hasta ese momento.
A medida que su relación con Quimet avanza y se acerca el momento del matrimonio, Natalia echa mucho de menos a su madre, a la que perdió siendo una niña, de manera que se encuentra sin referencias y sin nadie a quien trasladar sus dudas.
Por su parte, Quimet, que desde el primer momento se ha mostrado como un hombre egoísta, se involucra cada vez en asuntos políticos junto a sus más próximos amigos, participando primero en las manifestaciones alegres que saludan el advenimiento de la II República y, más adelante, aprestándose para hacer frente a la sublevación militar que amenaza con acabar con el mundo que ha contribuído a crear.
Cuando estalla la Guerra Civil, Quimet es movilizado al frente de Aragón, donde encontrará la muerte. Natalia queda sola con dos hijos, sin trabajo y sin que los dueños de la casa donde trabajaba de asistenta quieran contratarla de nuevo por el pasado de su marido.


El guión se basa en la novela del mismo nombre de la escritora Mercè Rodoreda, tenida como la obra cumbre de la autora, que se ha convertido ya en un clásico de la literatura de posguerra.
Es de alabar el esfuerzo del guionista y realizador del film, Francesc Betriu, para trasladar a imágenes un relato concebido como un monólogo de la protagonista, aunque es cierto que es rico en imágenes. En la adaptación se pierde buena parte de la magia del lenguaje utilizado por Rodoreda en su relato, pero en general, está bien conseguida y, desde luego, respeta el espíritu de la novela que no deja de ser un homenaje a los cientos de mujeres anónimas que se vieron en situaciones parecidas o peores que las que vive Natalia, anulada por un hombre que le exige sumisión total y que encima es un grosero y se cree gracioso, cuando es un pelma falto de tacto.
Natalia, por contra, se nos presenta como una criatura sensible a quien le toca sufrir y vivir una vida que le niega día a día la felicidad, algo que Natalia llega a pensar que es natural.


Magníficamente interpretada, Silvia Munt nos hace sentir toda la fragilidad, por un lado, y la valentía y determinación, por otro, de un personaje que nos resulta reconocible, porque es un ser sacado del común, una heroína anónima de las que, por desgracia, tantas hubo en aquellos duros momentos.
Muy bien ambientada y con una conseguida banda sonora de Ramon Muntaner que se apoya en piezas populares y en canciones e himnos de guerra, La plaza del diamante, es un retazo de la historia reciente de nuestro país, una historia sencilla y desgarradora de unos tiempos de hambre y muerte, pero es también la historia de tantas "Colometas" con una vida marcada por la opresión y la necesidad de liberarse.




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