jueves, 21 de noviembre de 2019

LA CONDICIÓN HUMANA II (EL CAMINO A LA ETERNIDAD)

Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Forzado a unirse al ejército japonés durante la contienda, Kaji (Tatsuya Nakadai) es enviado a Manchuria bajo la supervisión de la policía militar como castigo a su rebeldía. Allí entabla amistad con un soldado que simpatiza con el comunismo. Tras una breve visita de su esposa Michiko (Michiyo Aratama), Kaji es enviado con su unidad al campo de batalla, del que muchos de sus compañeros nunca regresarán.
El joven tildado de "rojo", se ve sometido a las vejaciones de los veteranos, siendo capaz de soportar los castigos físicos más infames y las más crueles humillaciones, sin embargo no aguanta las crueldades a que son sometidos los demás soldados y acaba rebelándose contra el trato abusivo que se le da al recluta Obara Nitôhei (Kunie Tanaka), que acabará suicidándose. En su camino por intentar abolir los castigos y la violencia como la parte más depravada del ser humano, encontrará a personas que piensan como él y ayudará a su amigo Shinjô Ittôhei (Kei Satô) a desertar para unirse al Ejército Rojo, incluso está a punto de acompañarle, aunque al final y pese a su oposición al conflicto, Kaji hace todo lo posible por servir de guía y ayuda a los hombres a su cargo, la mayoría de los cuales están sentenciados a caer ante el implacable ataque de las divisiones blindadas soviéticas que unido al descontrol estratégico, la falta de armas y balas y la escasez de soldados del Ejército Imperial, parecen conducir a una irremediable derrota.


La segunda parte de esta trilogía se centra en el mundo del ejército japonés durante el último año de la Segunda Guerra Mundial en la zona de Manchuria, territorio entonces ocupado por Japón. Al igual que la primera (No hay amor más grande), está basada en la novela de Gomikawa Jumpei.


Quienes han visto esta película, no pueden evitar la sorpresa al observar que, en muchas partes, es un calco de La chaqueta metálica, de Stanley Kubrick, sólo que esta es anterior. La pregunta es inevitable: ¿había visto el maestro Kubrick este film de Masaki Kobayashi y lo que hizo fue adaptarla al modelo americano? Algunos se atreven a afirmar que sí y es que hay secuencias, como la del suicidio del soldado Obara, personaje, circunstancias y lugar en que se quita la vida (las letrinas), que son calcadas, en este caso no podemos evitar recordar al entrañable y desgraciado Recluta Patoso.
Sea como fuere, lo cierto es que Kobayashi nos trae en este film un retrato descarnado de lo peor de la condición humana, la vejación, el menosprecio y la humillación al semejante prevaliéndose de la autoridad que se tiene sobre él. Como alguien dijo, no he visto película con más bofetadas gratuitas propinadas sin ton ni son y por cualquier nimiedad. El ejército japonés y su particular manera de entender la disciplina, imprescindible, por otra parte, en cualquier organización de este tipo, queda por los suelos. Es cierto que el realizador no se sustrae a caricaturizar las situaciones, pero el dibujo que hace de la degradación que sufren unos y la crueldad con se comportan otros, es realmente aplastante. Allí ni hay gloria, ni hay heroísmo, simple instinto de supervivencia para escapar a la humillante situación.
Antimilitarismo puro y duro que pone en evidencia, además, lo absurdo de la guerra y la gratuidad con que son sacrificadas vidas humanas en pro de un ideal patriótico que no está nada claro. El mensaje de la película queda expuesto en una frase de Kaji: El enemigo es el propio ejército.
Muchos sostienen que esta es la mejor película de la trilogía y puede que así sea.




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