En la provincia de Pusan, en Corea del Sur, vive el joven Yoon Do-joon (Won Bin), tan ingenuo e inmaduro, a pesar de que tiene 27, que su madre (Kim Hye-ja), que lo tuvo de soltera, sigue cuidando de él. La conducta del muchacho es estúpida cuando no, sencillamente peligrosa y constituye una fuente de constante preocupación para todos.
Cuando un automóvil golpea a Do-joon, él y su amigo Jin-tae (Goo Jin), corren tras el auto, encontrándolo estacionado en un club de golf, en el que Do-joon se entretiene recogiendo pelotas perdidas. Más tarde avistan al conductor y los pasajeros del Mercedes en uno de los carritos del campo y comienzan una pelea con ellos, acabando todos en la comisaría de policía.
Al caer la noche, Do-joon se encamina hacia el bar Manhattan para encontrarse con Jin-tae que no llega; cuando Do-joon regresa a casa, ve a Moon Ah-jung (Hee-ra Mun), una muchacha de las consideradas fáciles, caminando sola por un callejón y entrando en una casa abandonada. A la mañana siguiente, Ah-jung es encontrada muerta en la terraza de la casa. Los detectives encuentran una pelota de golf con el nombre de Do-joon escrito a rotulador cerca de su cuerpo y concluyen que el muchacho es el asesino, procediendo a su arresto, firma una confesión y es acusado de asesinato. Sin embargo, su madre sigue sus instintos creyendo que su hijo es inocente y el chivo expiatorio del incompetente departamento de policía y busca la verdad poniendo al descubierto una realidad terrible.
Que yo sepa esta película no llegó a estrenarse en España, siendo distribuída directamente en DVD.
Mantiene algunas constantes del cine de Bong Joon-Ho, un cierto humor negro, una policía algo inepta y que no duda en acudir a la brutalidad para obtener confesiones, una técnica cinematográfica depurada, con algunas secuencias que son pequeñas joyas por sí mismas y un magnífico estudio de los personajes.
Quizá este film no tiene giros tan bruscos como algunas otras películas del mismo autor, siendo su relato más fluído, lo que no obsta para que la resolución de la historia resulte sorprendente y trágica.
Mezcla de géneros, algo que tan bien sabe hacer el realizador coreano, junto a la trama policial del asesinato y búsqueda del culpable, asistimos a una historia de amor que raya en lo enfermizo entre madre e hijo, un amor que va más allá de lo razonable hasta hacerse incondicional, por encima de cualquier evidencia en contra.
Los personajes, que desprenden ternura y coraje en el caso de la madre, están muy bien interpretados, sobre todo en el de esta, una conocida actriz coreana de televisión, por la que estuvo esperando el realizador hasta cinco años para poder trabajar con ella y, contemplando los resultados, no me extraña que tuviera esa paciencia para lograrlo.
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