El argentino Marcos Aguinis (Premio Planeta 1970 por "La Cruz invertida"), nos acerca en este libro la vida novelada de Francisco Maldonado da Silva, licenciado y médico, que fue procesado por La Inquisición como hereje judío en un proceso que se extendió entre 1626 y 1639 en el Tribunal del Santo Oficio de Lima.
Precisamente el celo burocrático de los tribunales inquisitoriales, que llevaban al extremo dejar testimonio escrito de cada una de sus actuaciones, ha permitido que queden numerosos datos de este hombre del que se pretendió borrar todo vestigio y, mira por donde, ellos mismos son los que nos facilitaron poder seguir la parte más dolorosa de su peripecia vital.
Desde el primer momento en que es detenido por la justicia inquisitorial, Francisco reconoce su pertenencia a la fe judía (“yo soy judío, señor, y profeso la ley de Moisés, y por ella he de vivir y morir”). Esta actitud descoloca a los inquisidores, pues no cabe amenazarlo ni ofrecerle piedad para que reconozca su delito, no procede la aplicación de tormento para obtener una confesión, no son necesarios los elaborados interrogatorios para obtener más información o tratar de descubrir contradicciones en su declaración. Para tratar de que el reo "reconozca su error", despliegan todos los recursos persuasivos con que cuenta el Tribunal y se da lugar nada menos que a catorce conferencias, cada una de varias horas de duración, entre los calificadores del Santo Oficio y Francisco Maldonado. Se trata de verdaderas disputas teológicas en que ninguno de los dos contendientes está dispuesto a ceder.
En el tránsito de hereje a cristiano que procura la Inquisición, Francisco Maldonado ha seguido una trayectoria inversa, pues según relata en el proceso él fue criado como cristiano devoto y a la edad de dieciocho años se convirtió a la ley de Moisés, luego de haber leído el diálogo Scrutinio Scripturarum del Burgense y de recibir de su padre, Diego Núñez de Silva, procesado y reconciliado por el Santo Oficio de Lima en 1605, las enseñanzas acerca de la Biblia y de la fe judía. La lectura del mencionado Scrutinio Scripturarum, una obra escrita por Selemoh-Ha Leví, que se convirtió al cristianismo con el nombre de Pablo Santa María y que era utilizada por los inquisidores como una especie de manual en las controversias que surgían en los procesos, obró la consecuencia contraria en el caso de Francisco Maldonado, pues se dio cuenta de que el autor, que se sirve de las conversaciones entre los dos personajes del libro, el cristiano Pablo y el judío Saulo, para demostrar la supremacía de los argumentos de aquel, en realidad hace jugar con ventaja a Pablo y lleva a Saulo a enunciar argumentos que permitan al cristiano quedar por encima, es decir, está escrita con trampa, para hacer creer al lector, de forma deliberada, que la fe cristiana es superior a la judía y que a esta conclusión se llega mediante razonamientos.
Francisco Maldonado, había sido educado en la fe cristiana, bautizado y confirmado y cuando su padre, que seguía de forma encubierta el culto judío, le reveló esta circunstancia a su hijo mayor, Diego, Francisco escuchó aquella declaración de su padre, a escondidas, sin que él se enterase.
Con el paso de los años, cuando el padre de Francisco fue detenido por judaizante, la familia quedó en la pobreza, el hijo mayor fue también detenido por el Santo Oficio, ya que su propio padre, a consecuencia del tormento, le denunció, así como a otros correligionarios, y Francisco fue educado por los dominicos, que le enviaron a estudiar medicina a la Universidad de Lima, donde obtuvo el título de médico.
Sus inquietudes intelectuales y el reencuentro con su padre, que había sido condenado por la Inquisición a llevar el "Sanbenito" de por vida y ejercía la medicina en el hospital de El Callao, le llevan a convertirse a la fe judía ya siendo adulto, llegando a circuncidarse él mismo, tomando el nombre de Eli Nazareo. Se casó, pero jamás habló a su esposa, hija adoptiva del virrey interino del Perú, de su condición religiosa. Ante la necesidad de hablar con alguien de su familia de su judaísmo, lo hizo con su hermana Isabel (había llevado a Lima a sus dos hermanas cuando tuvo medios económicos para hacerlo), pero ella quedó espantada y se lo comunicó a su otra hermana, Felipa, religiosa jesuíta que, a su vez, lo puso en conocimiento de su confesor, el cual la obligó a denunciar a su propio hermano ante el Santo Oficio.
El Tribunal que lo juzga, aunque no lo reconozca expresamente, queda impresionado por la figura y los argumentos de Francisco, se enfrentan a un hombre culto, que conoce al dedillo las Sagradas Escrituras, que domina el latín y el castellano, escribe con cierta brillantez y argumenta con gran sentido en favor de sus creencias, de las que jamás abomina.
Después de doce años de sufrimientos en las cárceles secretas de la Inquisición, al fin Francisco será llevado a la hoguera en el gran Auto de Fe que tuvo lugar en Lima en 1639, la crónica de Fernando de Montesinos, a quien el propio tribunal ha encargado que recoja por escrito lo que suceda, relata que una fuerte ráfaga de viento raja una de las velas de lona que han sido puestas sobre el estrado principal para que den sombra y evitar a las autoridades los rigores del sol. Entonces, Montesinos acerca su mano a la oreja y logra escuchar las palabras que pronuncia Maldonado da Silva. Luego, en su informe, las transcribirá también:
—Esto lo ha dispuesto así el Dios de Israel para verme cara a cara desde el cielo.
En realidad lo que hace es recordar una de la Bienaventuranzas: Bienaventurados los de limpio corazón; porque ellos verán a Dios. Francisco está convencido de que la rotura de la lona se ha debido a una intervención de Dios que quiere verle cara a cara y hace desaparecer el único obstáculo que hay entre su persona y el cielo.
Marcos Aguinis nos relata la vida de este hombre, pero también nos acerca a las corruptelas del virreinato, al sufrimiento de los esclavos negros y, sobre todo, al continuo sobresalto en que vivían quienes podían ser acusados ante la Inquisición, muchas veces sin razón, simplemente por envidias o rencillas de enemigos o vecinos interesados.
Una novela muy interesante que arranca con algo de lentitud, pero va cobrando vigor a medida que avanzan sus páginas, sobre todo cuando Francisco y su peripecia se adueñan del relato y nos llevan a conocer la vida de este hombre que fue un mártir de la intolerancia de la Inquisición hacia todo lo que resultara diferente y molesto a sus principios.
Impresionante el argumento. En sabiendo cómo se las gastaban aquí los Inquisidores, es de suponer que en América serían unos perfeccionistas de la tortura.
ResponderEliminarEstoy convencido de que por culpa de la Inquisición y de los dominicos el Mundo perdió a grandes científicos de la época por ser judíos.
Los de Adolf eran unos aprendices.
Y lo peor del asunto es que el Cristianismo no es otra cosa que un judaismo adaptado a las costumbres de los seguidores de Mitra.
El cristianismo la tomó con los judíos cuando, efectivamente, la religión cristiana proviene del judaísmo y todos sus ritos primigenios eran judíos, desde el profeta que la predicó, hasta la celebración de la cena de Pascua.
EliminarLa Gesta del Marrano es una novela admirable y muy interesante. Con un buen relato de aun auto de fe histórico, pone en la picota la miserable condición humana cuando enjuicia las conductas de quien piensa diferente, a la vez que hace un canto maravilloso a la libertad.
ResponderEliminarUn buen libro.
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