EL TRIÁNGULO DE LA TRISTEZA

 

Carl (Harris Dickinson) y Yaya (Charlbi Dean), son una pareja de influenceres invitados a un crucero de lujo en un superyate. Mientras la tripulación brinda todas las atenciones necesarias a los ricos invitados, el capitán se niega a salir de su cabina, a pesar de la llegada inminente de la célebre cena de gala. Los acontecimientos toman un giro inesperado cuando se levanta una tormenta y el barco naufraga después de haber sufrido un atentado terrorista.

La película fue premiada con la Palma de Oro en el Festival de Cannes de 2022.

Se estructura en tres actos, con el nexo de unión de la pareja protagonista, aunque en cada uno de ellos, otros personajes adquieren absoluta relevancia.

El primero es una especie de crítica a la sociedad de consumo a través del mundo de la moda y de los modelos, tratados como ganado.

En el segundo, además de las discusiones entre el capitán y un rico empresario que procede la Europa del Este sobre el capitalismo y el marxismo, vemos cómo el yate se convierte en un reflejo de la propia sociedad, con la tripulación atendiendo de manera servil a los ricos pasajeros que la tratan entre el desprecio y la más penosa condescendencia.

En el tercero, por fin, la tortilla se da la vuelta. Arrojados los supervivientes a lo que ellos piensan que es una isla desierta, acaban todos en manos de la empleada de limpieza del yate, única persona capaz entre todos ellos de desenvolverse con éxito en un ambiente hostil.

El racismo, el clasismo, la alienación laboral... Una crítica explícita a esta sociedad burguesa occidental en la que unos cuantos tocados por el éxito en los negocios o premiados por la meritocracia, dirigen nuestros destinos como si fueran antiguos señores feudales y cuando llega el momento en que el dinero o la influencia política no valen para nada, se nos muestran como los más inútiles de los seres, incapaces de resolver los más sencillo problemas porque, en realidad, no saben hacer nada. 

Es cierto que por algunos instantes el film parece darnos un poco de consuelo al mostrarnos cómo los más humildes son capaces de darles sopas con honda cuando las cosas se ponen difíciles, pero, al final parece que las cosas van a retornar a su cauce y aquello fue solo una ilusión transitoria.