viernes, 17 de abril de 2015

CAPITANES INTRÉPIDOS

Harvey Cheyne (Freddie Bartholomew), hijo de un multimillonario hombre de negocios, huérfano de madre, crece como un niño excesivamente mimado por su padre que, por otra parte, apenas se ocupa personalmente de él, absorbido como está por sus ocupaciones empresariales.
Harvey es un niño caprichoso, embustero, manipulador y malcriado que se vale de su influencia sobre su padre para obtener todo cuanto desea, sin importarle las consecuencias que pueda tener sobre los demás y con una escala de valores morales que nada tiene que ver con lo mínimamente aceptable.
Tras ser expulsado temporalmente del colegio en el que estudia, debido a una acusación falsa sobre un profesor y a intentar chantajear a un compañero, el director del centro docente se entrevista con el padre y le aconseja mayor dedicación para con su hijo. Mr. Cheney (Melvyn Douglas), decide llevarle con él a hacer un viaje a Europa y durante la travesía, Harvey cae accidentalmente por la borda, siendo rescatado por Manuel (Spencer Tracy), un pescador enrolado en la tripulación de una goleta que hace la campaña del bacalao en los bancos de Terranova.
Aunque intenta que le devuelvan a tierra, prometiendo que su padre pagará lo que le pidan, el capitán del barco le replica que están muy lejos de puerto y que no está dispuesto a perder la temporada pesquera por hacer un viaje no previsto, así que tras poner en su sitio a Harvey, que sigue con sus modos altivos y maleducados, decide enrolarle en la tripulación como grumete.


Adaptación del libro del mismo título de Rudyard Kipling. Lo que Kipling despacha con unas pocas páginas en las que nos queda claro que Harvey es un niño mimado y caprichoso, en la película se convierte en media hora de cinta, además se exagera la actitud del niño, convirtiéndolo en un ser odioso que miente más que habla y manipula a quien haga falta con el fin de hacer efectivos sus caprichos.
Manuel, que en la novela no tiene una especial relevancia sobre el resto de la tripulación, aparte de haber rescatado a Harvey, en el film toma la entidad de un personaje que, prácticamente, comparte protagonismo con el niño. Manuel es un tipo al que se envuelve en una aureola poética que pasa a representar los valores que nunca ha tenido el padre de Harvey para con este.
Hay otra serie de modificaciones, como la de convertir a Harvey en huérfano de madre, alterar toda la última parte de la novela, o la pequeña licencia de trasladar en el tiempo la acción desde la época en que la escribió Kiplng a los años 30 del siglo pasado en que se rodó el film.
Por lo demás, siempre insistimos en lo mismo, es una adaptación, sí en efecto, se basa en una novela anterior, de acuerdo, pero desde el momento en que se escribe la primera línea del guión, pasa a ser una obra con señas de identidad propias y en el presente caso, Victor Fleming construye una película que tiene sus propios valores, sus defectos y sus virtudes, bien es cierto que en algunos tramos, como no podía ser de otro modo, coinciden con los del texto que le ha servido como base.


Con unos cuantos secundarios muy conocidos (Lionel Barrymore, Melvyn Douglas, Mickey Rooney, John Carradine...) que le dan un especial empaque, pues estamos hablando de gente de primer nivel en el mundo de los llamados actores de reparto y dos protagonistas que están muy bien, el niño, Freddie Bartholomew que, por desgracia, está en el papel cumbre de su carrera y decimos por desgracia, porque sus trabajos posteriores no le consagraron en absoluto como la gran estrella que prometía y, por supuesto, un Spencer Tracy que, a pesar de las reticencias que puso para aceptar el papel, consigue uno de sus mejores trabajos que le llevaron a obtener su primer Oscar.
El film se ha convertido en otro clásico, en la representación de un cine que, para bien o para mal, ya no se hace. A mí me rechina un poco el excesivo tinte lacrimógeno que le concede Fleming (de verdad que viendo esta peli, se le saltan a uno las lágrimas), aunque lo hace tan bien que a muchos es lo que más les gusta de la película.
En fin, para mí tiene un especial valor sentimental, me trae recuerdos pesonales, me parece oír a mi padre que debió verla por primera vez en su juventud, tarareando el sonsonete de los marineros cuando limpian el pescado o cuando se cruzan con algún personaje que no les cae bien ("¡Qué hombre tan fatal!, ¡qué hombre tan fatal!), o el estribillo de la canción que canta Manuel: "Ay mí pescadito deja de llorar, ay mi pescadito no llores ya más".




2 comentarios:

  1. Conforme he ido leyéndola me ha venido a la cabeza, y me alegro de que a ti también te traiga gratos recuerdos.

    Saludos Trecce y buen fin de semana.

    ResponderEliminar
  2. Muy gratos. Buen finde para ti también.

    ResponderEliminar