viernes, 4 de abril de 2014

LA JOVEN DE LA PERLA

La joven Griet (Scarlett Johansson), entra a formar parte del servicio del afamado pintor Johannes Vermeer (Colin Firth), para ayudar económicamente a su familia después del accidente que dejó ciego a su padre, de cuyos ingresos dependían.
Allí, unos niños malcriados campan por sus respetos bajo la mirada indiferente de Catharina (Essie Davis), la mujer del pintor que se siente frustrada ante su incapacidad para comprender a su esposo; la madre de esta, Maria Thins (Judy Parfitt), una mujer inteligente y manipuladora que ha tenido que asumir los roles de los que su yerno y su propia hija, reniegan por egoísmo y orgullo; y una especie de ama de llaves, Tanneke (Joanna Scanlan), leal a las dos mujeres que regentan la casa, que percibe a Griet como una amenaza, no por su belleza o juventud, sino por su inteligencia.
Una de las hijas del pintor, Cornelia (Alakina Mann), es especialmente cruel y malvada con Griet, que además ha de enfrentarse a las maledicencias y turbias maquinaciones de Pieter Van Ruijven (Tom Wilkinson), mecenas del pintor, de comportamiento lujurioso, que trata de de obtener ventaja de su posición para poner en práctica sus más inconfesables deseos.


Aunque la película se ambienta en una determinada época, en una ciudad concreta (la holandesa Delft) y alrededor de una figura conocida (el pintor Johannes Vermeer), la historia es pura ficción basada en el libro del mismo título de la norteamericana Tracy Chevalier, libro que, por cierto, respeta bastante fielmente el guión, en el que Chevalier no quiso participar, aunque se ha mostrado satisfecha con el resultado.
La identidad de la modelo del cuadro, protagonista real de la historia, siempre ha sido un misterio y, calidad artística aparte (innegable), esta incógnita siempre ha dado un valor añadido a la obra, algo similar a lo que ocurre con La Gioconda. Expertos y simples admiradores del cuadro, han especulado sobre quién puede ser, atribuyendo identidades varias a esta mujer a cuyo interior parece penetrar el artista a través de su mirada y que parece dialogar con nosotros con esa boca ligeramente entreabierta (un gesto que se consideraba algo obsceno en la época), sin que seamos capaces de definir exactamente la expresión de ese rostro sobre fondo neutro y ojos ligeramente saltones.


Pienso que quien vea la película se perderá muchos detalles de la historia que nos están contando, que la prosa de Tracy Chevalier detalla de maravilla en su novela y que en las imágenes queda muy bien retratado cuando sabes de qué va aquello. Cosas como lo que significa el orden escrupuloso del estudio del pintor frente al desordenado mundo de su familia; la confrontación entre católicos y calvinistas, expresada en escenas como la de Griet negándose a quitarse la cofia; o la escena del principio en la que vemos a Griet cortando con delicadeza las verduras en rodajas del mismo tamaño y colocándolas por colores y texturas en el plato, detalle que tiene mucha importancia en su relación con el pintor, que percibe en detalles como ese la sensiblidad de la muchacha y muchas otras cosas, que cobran especial relevancia y que al espectador poco avisado, o que no conozca con cierto detalle el ambiente de la época en Holanda, o no haya leído el libro, seguramente se le escaparán.

Magníficamente ambientada, compuesta a base de planos que son verdaderos cuadros, como esa especie de bodegones que son las escenas en el mercado de Delft, o cuando están preparando el banquete del bautizo; la fotografía del portugués Eduardo Sierra es simplemente deslumbrante y ayuda a darle ese toque pictórico. El realizador, Peter Webber, ha logrado recrear en la pantalla el universo del pintor holandés, su mundo de interiores sigilosos y de luces matizadas, así como la animación de las calles de Delf y de sus canales.
Una de las cosas que más me ha llamado la atención, es la delicadeza con la que está tratada la relación del pintor y su modelo, la sensualidad latente, para la que no le hace falta recurrir a un sólo centímetro de piel de más. Esta pasión contenida, explota a través de escenas concretas: Cuando el pintor perfora la oreja de Griet para ponerle el pendiente; cuando ésta se deshace de la cofia y su melena brota como una llamarada de pasión; o cuando Griet se humedece los labios repetidamente y deja su boca entreabierta a requerimiento del maestro. Sensualidad de alto voltaje, sin recurrir a nada explicito.


La película es un espectáculo de luz y color, todas y cada una de las escenas están compuestas como si de cuadros vivos se tratara, con escasos diálogos, lo que da aún mayor relevancia a la imagen.
Las relaciones entre los personajes, tratan de explicar la tela de araña en la que están atrapados, todos ellos, de un modo u otro, son manipulados por el lujurioso Van Ruijven que les hace bailar a su son, el son del dinero del que viven.
Una delicia para los sentidos, acompañada de una bellísima banda sonora, una estupenda muestra de la delicadeza y buen gusto del francés Alexandre Desplat.
La historia que se nos narra no es nada extraordinario, pero la película está llena de matices y sensibilidad y son precisamente esos pequeños detalles los que terminan atrayendo al espectador y nos hacen cómplices de la protagonista y sus circunstancias.




4 comentarios:

  1. A mi me gustó. Elegante, bien rodada y ambientada y una excelente fotografía.

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  2. Maravillosa película,una explosión de sensualidad, belleza, sentimientos, emociones,estupenda ambientación y fotografía, excelente dirección, actuación, etc. me encantó!

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