viernes, 17 de junio de 2011

¿VENCEDORES O VENCIDOS?

Cuando una peli de tres horas que es básicamente declamativa, no te cansa y te deja con la agradable sensación de que has asistido a algo que merecía la pena y que no sobra nada de lo que te ha sido mostrado, uno piensa, sin necesidad de entender de cine, que aquello debe ser bueno, que has tenido la suerte de ver una gran película. Esto es lo que ocurre con el film del que hablamos hoy.
A priori uno puede pensar que va a ver una suerte de declaración sobre lo buenos que eran los aliados y lo malos que fueron los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial y sus años previos, pero esto no es así. La película narra uno de los juicios que tuvieron lugar en la ciudad de Nuremberg contra los jerarcas nazis. El más famoso es el que procesó a la cúpula del partido, pero hubo unos cuantos más, en este que refleja el film se juzga a cuatro miembros de la judicatura, cómplices de algunos de los muchos abusos y aberraciones que se cometieron en aquellos terribles años.





Lejos de lanzarnos un discurso moralizante que resultaría tan fácil dado el calibre de los hechos, ambas partes exponen sus puntos de vista, sus razones y, desde el comienzo, empezamos a percibir que, como en casi todas las cosas que nos acontecen en la vida, no todo es blanco o negro, eso sería sin duda una gran ventaja, sobre todo para quien tiene que juzgar y emitir un veridicto. Por suerte o desgracia, las cosas se mueven en unas escalas intermedias en las que no todo es malo o bueno y en las que entran en juego otras variables como las circunstancias del momento, etc.





Eso es lo que nos va mostrando el film, a través de un magnífico guión y con unas actuaciones sobresalientes, en las que no sólo las palabras, sino los silencios y la gestualidad cobran especial importancia a la hora de valorar el trabajo de los intérpretes.


La película no está exenta de valentía en sus planteamientos, hay pasajes de cierta osadía, como aquel en el que el fiscal muestra las imágenes de lo que se encontraron las tropas aliadas al llegar a los campos de exterminio, que no por repetidas dejan de ser menos espeluznantes y dramáticas y cuando pensamos que ante aquello no hay defensa posible, aún el abogado defensor, dice a los presentes que él podría mostrar las filmaciones de Hirosima y Nagasaki.



Cada uno de los actores (al menos algunos de los principales) representa, no sólo un personaje individual, sino la situación de determinados colectivos implicados en el drama: Los alemanes, como pueblo; los aliados y dentro de estos quienes son más comprensivos y quienes se muestran intransigentes; las víctimas, no sólo judíos, los débiles mentales, los opositores al partido nazi...; los colaboradores necesarios de la barbarie... No hay buenos y malos escuetamente, como ya queda dicho, ni siquiera vencedores o vencidos, en algún grado todos pierden y la película es sobre todo, una invitación a la reflexión sobre algunos de los grandes valores de la humanidad: La justicia, la patria, la dignidad de la persona. Todo ello basado en un buen trabajo de documentación y con unas actuaciones sólidas y muy creíbles.




Muy buen trabajo pues de todos los actores, secundarios incluídos. Spencer Tracy, el juez humilde, que reconoce que está allí de casualidad y no precisamente por tener una brillante carrera y que se muestra horrorizado por lo que ocurrió. Burt Lancaster, inmenso, en silencio durante buena parte del film y soportando de maravilla los primeros planos, llenando con su rostro toda la pantalla, hasta el momento culmen, cuando nos suelta el alegato impresionante en el que reconoce su culpa, sería digno de reproducirlo completo, pero no quiero alargarme en una entrada que va a quedar ya larga.
Richard Widmark y Maximilian Schell, fiscal y defensor, brillantes, el último de ellos premiado con el oscar.
Marlene Dietrich, representando a los derrotados que tratan de mantener la dignidad, conscientes no sólo de su derrota, sino de las indignidades cometidas.
Judy Garland y Montgomery Clift, con papeles secundarios como testigos de cargo, víctimas del régimen y que dan una altura y una relevancia a sus intervenciones como sólo los grandes de la pantalla pueden hacerlo. Monty está genial.





En definitiva, una historia sobre la ambigüedad, que nos invita sobre todo a la reflexión a meditar sobre lo que hemos hecho, sobre cómo un pueblo culto pudo llegar a aquello y sobre el hecho de que nosotros mismos no sabemos cómo obraríamos en determinadas circunstancias.





Como dice Lancaster en su monólogo: ¿Dónde estábamos? ¿Dónde estábamos cuando Hitler comenzó a instalar su odio en el Reich? ¿Dónde estábamos cuando nuestros vecinos eran arrastrados a media noche por el barro? ¿Dónde estábamos cuando en la terminal de ferrocarril de toda Alemania, los vagones para el ganado eran utilizados para transportar niños al terrible destino de su exterminio? ¿Dónde estábamos cuando nos llamaban a gritos en la noche? ¿Estábamos sordos, mudos, ciegos?





Mi abogado dice que no sabíamos nada del exterminio de millones. Os justificaría diciendo que solo conocíamos el exterminio de unos cientos. ¿Es que por ventura eso nos hace menos culpables? Puede que no supiéramos los detalles, si no lo sabíamos era por que no queríamos saber.








4 comentarios:

  1. Sobre la II Guerra Mundial se han hecho muy buenas películas. En alguna si es cierto que se da a entender que los alemanes tenían la mente cuadrada. En esta no. Para mi es una de las mejores películas sobre este tema.

    Un abrazo

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  2. Kramer fue un director comprometido, un liberal que incluso acometió asuntos tan peleagudos, en su momento como el racismo.Adivina quién viene esta noche. Es el productor de High Noon. Un director muy interesante.

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  3. La peli es bastante objetiva, José Luis y nada panfletaria.

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  4. Kramer era comprometido y valiente, estoy de acuerdo y estos dos films, el que tú recuerdas ("Adivina quien viene esta noche") y este sobre los juicios de Nuremberg son muestra de su compromiso.

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