Terminada la Primera Guerra Mundial (1914-1918), tres soldados alemanes regresan a casa y se encuentran con un país destruido y sumido en el caos. A pesar de su precaria situación económica, deciden unir sus escasos recursos para abrir un taller mecánico y construir su propio coche que utilizarán como taxi en busca de mayores ingresos.
Durante un recorrido con su automóvil, coinciden con una hermosa mujer de la que uno de ellos se enamora, bueno, en realidad los tres, aunque uno es el que la corteja y los otros dos, como buenos camaradas, se hacen a un lado, pero comienzan una relación de amistad con la chica a la que toman bajo su protección.
El guión, firmado por F. Scott Fitzgerald y Edward E. Paramore Jr., adapta la novela del mismo título del alemán Erich Maria Remarque.
Una historia que hoy parecería, seguramente, algo rancia por el tono y la manera de desenvolverse de sus personajes. Ella, una aristócrata venida a menos que sufre una tuberculosis avanzada y él, un hombre sin medios, en una Alemania empobrecida a causa de la guerra, que vive al día y sin muchos visos de mejorar su situación económica, vivirán un romance de lo más clásico.
Paralelamente, una historia de amistad incondicional entre los tres camaradas que no dudan en poner todo lo suyo a disposición de aquel de los tres que lo necesite, sin preguntar.
De fondo la situación social de la Alemania de posguerra en la que ya se ven por las calles claros atisbos de lo que devendrá en el régimen nazi.
La película toma muchas cosas que ya están en la novela de Erich Maria Remarque, un autor de conocidas ideas antibelicistas y antifascistas y está llena de simbolismos que quizá escapen al espectador. Por ejemplo, el automóvil que conducen los tres amigos y que han fabricado ellos mismos reuniendo piezas de aquí y de allá, es una clara metáfora de esa Alemania de finales de los años veinte del siglo pasado, pues aunque parece que se cae a trozos y que no es capaz de coger velocidad, en realidad corre más que cualquier auto nuevo. Algo así les ocurría a los propios alemanes, atrapados por las deudas de guerra que no hacían sino desangrar al país sin posibilidad de salir del atolladero económico en que el Tratado de Versalles les dejó sumidos, cuando en realidad tenían medios e iniciativa de sobra para despegar de su ruinosa situación económica. Los amigos representan el hastío de la parte de la sociedad que ha quedado vacunada con la guerra y no quieren sino vivir en paz, lo que ocurre es cada uno de ellos representa un sector de esa sociedad: el que no quiere problemas y mira para otro lado; el que tiene esperanza de que en el futuro todo va ir mejor y el que está seguro de que los tiempos que se avecinan serán aún más horribles y, ante el creciente nacionalismo y el ánimo de revancha, toma partido para combatirlo y predicar la paz y la concordia, algo que acabará costándole muy caro.
La película tiene momentos con regusto de romanticismo idealizado y sensiblero que alternan con otros que retratan esa realidad social.
Un film con buenas interpretaciones, magníficamente fotografiado y con ese sabor a melodrama clásico de los que ahora ya no se llevan.
El carácter antibelicista de Remarque es una constante en la mayor parte de sus novelas (la más conocida, "Sin novedad en el frente"), mientras que la idea de convertir en protagonistas a tres veteranos que se reincorporan a la vida civil anuncia lo que hará una década después William Wyler en "Los mejores años de nuestra vida" (1946).
ResponderEliminarContar los horrores de la Primera Guerra Mundial, en la que había participado, le llevó a exiliarse para siempre de su país natal.
EliminarPor cierto, estuvo casado, hasta su fallecimiento, con Paulette Goddard.
Que tal Trecce!
ResponderEliminarComo me gustan las pelis del final de esa década, esta en concreto no la he visto, tratare de hacerlo pues me pinta magnifica.
Saludos!
A mi también me encanta, de vez en cuando, ver alguna de estas películas.
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