Ricky (Kris Hitchen) y su familia han estado luchando contra las deudas desde la crisis financiera del año 2008. Afortunadamente para ellos se presenta una gran oportunidad para conseguir tomarse un respiro y optar, incluso, a algo de independencia gracias a una nueva furgoneta. La familia decide firmar un contrato con una franquicia de entregas a domicilio, para la que Ricky trabajará como conductor de reparto por cuenta propia. Es un trabajo duro y que la mujer de Ricky sea cuidadora de ancianos y enfermos, no es algo que facilita la situación. Sin embargo, la familia se muestra decidida a mantenerse unida, sin importar las dificultades que aparezcan en el camino, aún cuando ambos son empujados en diferentes direcciones y todo parece llegar a un punto de ruptura.
La historia se inspira parcialmente en las experiencias de Don Lane, un mensajero de DPD que murió en enero de 2018 después de trabajar enfermo durante la campaña de entregas navideñas. Se había saltado varias citas en el hospital para tratar su diabetes tipo 1 porque DPD le había cobrado 150 libras esterlinas cuando faltó a los repartos para asistir a una cita y temía más cargos.
Ya la primera escena nos mete en harina, una magnífica presentación que mete al espectador en el tema central, aunque no tenga información previa sobre el film. Con la pantalla en negro, oímos la voz de dos personas que, parece, mantienen una entrevista de trabajo. Por fin los vemos, uno de ellos representa a la empresa, el otro, aspira a ser admitido para trabajar en ella.
No eres un empleado, eres un colaborador (mentira). Tú serás tu propio jefe (mentira). No tendrás que fichar, estarás a disposición... Y así una retahíla de frases que el aspirante escucha y que, aunque haya indicado mentira entre paréntesis, son algo peor, es una clara manipulación de la verdad, inducir a la confusión al aspirante y ocultarle las consecuencias que va a tener la trampa en la que se mete. En realidad se trata de una bicoca para la empresa, ya sabemos cual es la trampa en que se meten los llamados falsos autónomos: Tú te pagas tus impuestos y cuotas sociales; tú eres el que se ha de buscar la vida si te falla el vehículo, si te ponen una sanción de tráfico o si tienes un accidente; y no eres tu propio jefe, porque si faltas al trabajo, te sancionan económicamente.
Ken Loach sigue en plena forma, su denuncia sobre los excesos del sistema cobra fuerza de nuevo en este film que muestra los abusos del liberalismo extremo a que se ve sometida parte de la población. Un drama con ligeros tintes de humor negro en que los componentes de una familia están atrapados en las redes de un mundo en el que conceptos como trabajo bien hecho, recompensa al sacrificio u otros similares, parecen haber pasado a la historia en aras de un único objetivo: conseguir beneficios a cualquier precio, aunque sea a costa de vidas humanas.
En la misma línea, la historia de la madre y su trabajo, que no es una historia secundaria, sino que tiene un peso paralelo en la narración, introduciendo nuevas y perversas variantes en este mundo de la explotación laboral, en este caso relacionada con ancianos y enfermos discapacitados, relata lo inhumano del trato, porque los trabajadores son forzados por el sistema a dejar a un lado la compasión, igual que ocurre con el jefe de Ricky, un cabrón (con perdón), según reconoce él mismo, pero ¿hasta qué punto lo es por propia voluntad? Forma parte del engranaje y él mismo, si no quiere que la empresa le prive de la concesión, ha de cumplir objetivos y, para ello, se pone la coraza cada día y achucha a los que están a sus órdenes. Un sistema perverso que todos conocemos.
Muchos dirán, como ocurre siempre con las películas de Loach, que exagera, que estas cosas no ocurren en la realidad. Bueno, si todavía hay quien defiende que la Tierra es plana, ¿qué podemos esperar?
Apoyado en un buen guión de su colaborador habitual Paul Laverty (pareja Icíar Bollaín) y en un magnífico trabajo de interpretación de sus protagonistas, el realizador británico, de nuevo de forma brillante, saca los colores al sistema y nos hace removernos en la butaca espantados ante nuestra propia realidad.
Me encantó el ritmo de la película que, en muchos momentos, te hace sentir el agobio en que viven sus personajes debido a la injusta y desesperada situación que atraviesan.
Un film recomendable, disfrutable y lleno de conceptos que animan a una seria reflexión.
No sabía que se basara en un caso real. Tampoco tiene mucha importancia; el retrato de la pseudoesclavitud de estos falsos autónomos resulta actual y escalofriante.
ResponderEliminarSaludos.
Es una forma de moderna esclavitud.
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