miércoles, 18 de noviembre de 2020

SILLAS DE MONTAR CALIENTES

 


El avaricioso ayudante del gobernador Lepetomane (Mel Brooks), Hedley Lamarr (Harvey Korman), quiere que los habitantes de Rock Ridge abandonen la ciudad, para vender los terrenos a la compañía que está tendiendo el ferrocarril. Para facilitar sus maquiavélicos planes, nombra sheriff a Bart (Cleavon Little), un negro condenado a la horca, en la esperanza que su llegada al pueblo, fomente el desorden y la anarquía entre sus racistas vecinos.


Mel Brooks, el rey de la parodia hasta la llegada de Leslie Nielsen, plantea aquí un par de ellas. La primera sobre las películas del oeste, que no debe tener consecuencias, más allá de su mayor o menor calidad, a no ser que te encuentres con John Wayne, que, por cierto, Brooks se lo topó en los estudios de la Warner Brothers y, no sin antes pensárselo, le enseñó el guión y le ofreció un papel, algo que El Duque declinó, aunque le prometió que estaría en primera fila para ver la película. 
La otra parodia es un poco más delicada, se refiere al asunto del racismo y aquí sí que se metía en arenas movedizas (en ellas caerán el protagonista y un acompañante en una escena tan divertida como cargada de ácida crítica, al principio del film) al enfocarla desde un punto de vista humorístico.


La película es una de esas gamberrada tan típicas de su director que no tiene empacho alguno en no dejar títere con cabeza y en arriesgar frente a las críticas que puedan caerle encima. 
Con su peculiar estilo, el film tiene muchos guiños que el cinéfilo reconoce a primera vista, desde las lógicas referencias al western, con escenas que son calcadas de alguno de ellos, hasta la parodia de Marlene Dietrich con el personaje interpretado por Madeline Kahn, Lili Von Shtupp que, en la versión original, hasta tiene un deje alemán en su inglés. Aparentemente el film resulta desordenado, incoherente y con personajes absolutamente increíbles, pero es precisamente ese planteamiento caótico el que nos acerca a las principales reflexiones que sugiere el film, tanto sobre el racismo (tan presente aún, y a los hechos remito), como a la construcción misma de los EE.UU. como país, a la actuación de muchos de sus dirigentes, o incluso sobre el propio western que no deja de ser una representación épica con la que se ha creado un artificial relato mitológico sobre cómo surgió la nación. 
Cierto que la película resulta una sucesión de gags y chistes que seguramente a algunos no les digan mucho, pero a muchos otros les resultará divertido contemplar el espectáculo y, si ven un poco más allá de lo aparente, sacar sus consecuencias.




4 comentarios:

  1. Hola Trecce!
    Tal y como estamos, inmersos en este mar de buenismo y de buenas formas esta me parece una película muy recomendable. A mi me parece muy entretenida y genial para pasar un buen rato.
    Saludos!

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    1. Mucha escatología y la palabra negro repetida de forma reiterada... Hoy sería casi imposible.

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  2. La he visto. Y con gusto. Mel Brooks sabía hacer parodias.
    Ventajas de no tener en cuenta a lo politicamente correcto, que actualmente es algo fastidioso.
    Y si actúa Heddy Lamar, detalle que no recordaba, es para volverla a ver.

    Saludos.

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    1. No actúa Hedy Lamarr, sino que hay un personaje, un fiscal o ayudante del gobernador, o algo así, interpretado por Harvey Korman, que se llama Hedley Lamarr.
      De hecho, Hedy Lamarr demandó a Mel Brooks por el uso del nombre Hedley Lamarr y llegó a un acuerdo extrajudicial.
      Brooks, con su habitual sentido del humor, dijo que se sintió halagado por esta demanda de una leyenda de Hollywood.

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