miércoles, 18 de marzo de 2015

LOS MEJORES AÑOS DE NUESTRA VIDA

Apenas concluída la II Guerra Mundial, los soldados vuelven al hogar, tres de ellos coinciden en el avión que los lleva de vuelta a sus casas, en Boone City, una imaginaria ciudad del Medio Oeste de EEUU. Durante el viaje de regreso los tres hombres inician una amistad que se prolongará en el tiempo y comparten sus inquietudes de cara a la reincoporación a la vida civil. Aunque los tres son muy bien recibidos a su llegada por sus respectivas familias, pronto cada uno se enfrentará a sus propias dificultades. Al Stephenson (Fredric March), un sargento de infantería, con una desahogada posición económica, trabaja en un banco, en el que le están esperando para que trabaje con ellos de nuevo en un puesto más importante. Homer Parrish (Harold Russell), es un marinero que ha perdido sus dos manos, sustituidas por prótesis metálicas, que se enfrenta a rehacer su vida como mutilado de guerra, trata de ser fuerte, de aparentar naturalidad frente a su discapacidad, pero se ve que tiene un tremendo miedo al rechazo. Por último, Fred Derry (Dana Andrews), es un héroe de guerra con varias menciones honoríficas y antiguo piloto de bombarderos, que sufre secuelas psicológicas y que, tras verse incapaz de conseguir un nuevo empleo, ha de volver a su antiguo puesto como dependiente en los almacenes en que se ha convertido la antigua tienda en la que trabajaba vendiendo helados y a la que se había jurado que no regresaría jamás.


El film es una adaptación de la novela de MacKinlay Kantor "Glory for me". El prestigioso guionista Robert E. Sherwood, fue el encargado de acometer el trabajo, obteniendo un resultado brillante, con un sólido guión que sirve de base a esta excelente película. Este trabajo le supuso ser investigado años más tarde por el Comité de Actividades Antiamericanas, que estimó que el guión era sospechoso de deficiente patriotismo.


Sin una sola imagen de guerra, la película es uno de los mejores films antibélicos que se han rodado jamás, pero como tantas otras cosas en él, no hace el más mínimo énfasis en ello. Su mensaje nos lo transmite con serenidad, sin grandes artificios ni pretensiones, sin recursos llamativos, sencillamente cuenta las cosas tal como son. Su acierto es que sabe hacerlo.


Es una película sin grandes estrellas, es cierto que algunos de sus nombres son muy conocidos, empezando por Myrna Loy, pero no son mega estrellas, quizá esa es la razón de que todos ellos estén brillantes, transmitiendo credibilidad a sus papeles y haciendo que el espectador empatice con ellos.
Aunque la película tiene varias escenas realmente llamativas (de las que más suelen llamar la atención es la de Dana Andrews recorriendo el cementerio de aviones, por su potencia visual y alegórica), sin renunciar a ninguna de ellas, yo me quedo con el discurso de Fredric March, cuando el banco le está ofreciendo una cena de homenaje por su regreso, previamente se nos han narrado las pegas que le pone la entidad a la hora de conceder créditos a los veteranos y él, en su disertación dice más o menos:
El oficial nos dijo: Ven aquella colina, pues hay que tomarla. Pero eso entraña riesgos, le contestamos nosotros, no hay nadie que avale el éxito de la operación. Por consiguiente, ante la falta de garantías, no tomamos la colina y perdimos la guerra contra Japón.


Con leves toques de humor, la película huye del fácil camino del sentimentalismo, está narrada con desenvoltura y naturalidad que, en cierto modo, sorprende por estar hecha en los años 40, claro que esa sorpresa viene, en buena parte, propiciada por el retroceso que supusieron producciones posteriores que, una vez estalló la llamada "Guerra Fría", se dejaron llevar por el patrioterismo.
Un tema que después ha sido planteado muchas veces, el del regreso de los veteranos y sus problemas de adaptación, pero esta fue la primera que se hizo y con mucha antelación, y creo sinceramente que no ha sido superada. Además me parece interesante señalar el reconocimiento a quienes apoyan a estas personas, familiares, amigos, gentes anónimas, que saben comprender su situación y, en ocasiones, por estar próximos, sufren tanto como ellos.
Una magnífica película a la que no dudo en calificar como obra de arte, con innegables valores humanos y cinematográficos que, esta vez sí, la Academia supo premiar, nada menos que con siete Oscar.




6 comentarios:

  1. No hay discusión Trecce. Una joya antibélica de primera magnitud. Reivindicar, ya puestos, el cine clásico en la programación de los canales públicos de tv para mejorar la cultura cinematográfica de las nuevas generaciones.

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    1. Lo es, Manuel y más teniendo en cuenta la época en que se hizo.

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  2. La vi y la recuerdo, muy buena buenísima.

    Saludos Trecce.

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