miércoles, 11 de marzo de 2015

LA TORRE DE LOS SIETE JOROBADOS

Basilio Beltrán (Antonio Casal), un hombre un tanto torpe, simple y muy supersticioso, pretende conquistar los favores de "La Bella Medusa" (Manolita Morán), una cantante de variedades a la que Basilio va a ver actuar a menudo. La artista le concede una cita, pero con la condición de que su madre vaya a cenar con ellos. Como quiera que Basilio anda un poco justo de dinero como para costear una cena para tres, decide jugar en la ruleta para tentar a la suerte, quedarse sin nada o ganar el dinero suficiente como para invitar a madre e hija.
Cuando está a punto de perder su última jugada, se le aparece un hombre que dice llamarse Robison de Mantua (Félix de Pomés), que le va pronosticando durante dos o tres jugadas el número al que debe apostar. Basilio logra una pequeña fortuna, al tiempo que se da cuenta de que Robinson de Mantua es un espectro, pues solamente él puede verle y dialogar con el peculiar personaje.
A cambio de haberle ayudado en el juego, De Mantua le dice a Basilio que él deberá ayudarle a su vez para localizar a las personas que le asesinaron y proteger de un peligro inminente que acecha a su sobrina y heredera Inés (Isabel de Pomés).
Basilio se verá metido en una intriga que le llevará al subsuelo del Madrid antiguo, donde unos jorobados capitaneados por el Doctor Sabatino (Guillermo Marín), se dedican a actividades criminales.


La película adapta una novela de Emilio Carrere, publicada veinte años antes y que tiene tras de sí una curiosa historia, ya que parece probado que Carrere, hombre bohemio, vividor e inconstante, se aprovechó de la confianza del editor Juan Palomeque, que le adelantó el dinero y cuando se cumplieron los plazos, recibió a cambio un amasijo de papeles entre los cuales estaba una pequeña novela (ni mucho menos de la extensión acordada), retazos de otros escritos y hasta hojas en blanco. Carrere, al parecer, no estaba dispuesto a hacer más y se negó a acabar la obra, así que el editor le encargo a otro escritor (Jesús de Aragón Soldado), que arreglase el desaguisado y le ayudara a salir del mal paso.
La adaptación al cine, aunque está bastante lograda, cambia cosas, algunas sustanciales, respecto al original, donde la magia tiene un importante componente que aquí no tiene presencia y a los personajes, o les cambia los caracteres o, sencillamente, les hace desaparecer. Algo que sí respeta, es el humor que está presente tanto en la novela como en la película, más negro e irónico el de Carrere, más festivo y espontáneo el de Neville. De cualquier manera, algunas de las escenas humorísticas, con un claro componente surrealista, son de lo mejor del film.


Para lo que era el cine español del momento (finales de la II Guerra Mundial), la película es una rara avis que resultó un fracaso comercial entonces y que ahora es tenida por un icono del cine patrio.
No hay que dejarse llevar sin embargo por el triunfalismo de quienes no dudan en calificarla de obra maestra, muchas veces por puro esnobismo. Las cosas hay que ponerlas en su punto y no salirse por la tangente, la película es algo fuera de serie si se enmarca en el momento y circunstancias en que se hizo, es evidente que Neville lo tenía todo en contra para hacer una obra decente y presentable y, a pesar de ello, sacó adelante una película que no desmerece y que supone un trabajo de cierto nivel, con una ambientación que los entendidos enseguida enlazan con el expresionismo alemán, con esos decorados y ambiente tenebroso y algunos planos (el icónico de la escalera), realmente muy logrados.
Es indudable que Neville sabe captar el interés del espectador por la historia, pero algunas veces se le va la mano. Por ejemplo, recuerdo que uno de los momentos más logrados es cuando quiere hacer ver al espectador que al personaje de Robinson de Mantua, sólo le ve el protagonista: la encargada del guardarropa detiene a los clientes que van llegando, para indicarles que, bajo ningún concepto, puede accederse al casino con sombrero; De Mantua está junto a ella y penetra tranquilamente con su sombrero de copa sin que nadie proteste por ello y llega hasta donde está Basilio. Sencillamente genial.
Pero Neville lo estropea, a mi juicio, cuando insiste en el recurso, haciendo que una dama comente que no ve al tuerto del que habla Basilio o que los jorobados que encuentra éste a la salida, digan que no ven al señor al que dice acompañar.
En fin, con todo esto, sólo pretendo decir que dejemos las cosas en su punto, sin dejarnos llevar de triunfalismos.


Los actores, pues bien general, sin entrar en demasiados detalles, Casal da muy bien el tipo torpón que pretende el autor y Guillermo Marín hace del Doctor Sabatino, uno de los grandes villanos del cine español, su interpretación es, para mí, la mejor, con la memorable escena en la que su rostro en primer plano, pretende someter con un gesto hipnótico a quienes le rodean.
Una película de esas que hay que ver y que con el paso del tiempo, se ha convertido en un film de culto dentro del cine español.




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