jueves, 5 de marzo de 2015

CONAN EL PIRATA

Durante los últimos diez años de su vida (1927-1936), Robert Ervin Howard, el peculiar autor de este libro, escribió y publicó en revistas una gran cantidad de relatos de ficción menores de distintos géneros: deportivo, de detectives, del Oeste, históricos, de aventuras orientales, cuentos de misterio y fantasmagóricos, además de poesías y cuentos fantásticos. De todas las obras fantásticas de Howard, las que han gozado de mayor popularidad han sido las historias de Conan. Éstas transcurren en una imaginaria Edad Hiboria, situada hace unos doce mil años, entre el hundimiento de Atlantis y los albores de la historia.
Conocidos como relatos de «fantasía heroica», se trata de historias de acción y aventuras que se desarrollan en un mundo imaginario en el que la magia funciona y carente de la ciencia y tecnología modernas.
Las historias pueden tener lugar en nuestro planeta Tierra tal como se cree que fue hace mucho tiempo o que vaya a ser en un futuro lejano, o también puede tratarse de otro planeta e incluso de otra dimensión. Estos relatos combinan la atmósfera y el ingenio de los libros de aventura o de caballería con la emoción y el estremecimiento atávicos y sobrenaturales de los cuentos de misterio, de ocultismo o de fantasmas. Cuando están bien escritos proporcionan la diversión más sencilla que puede ofrecer una novela de cualquier género. Es una literatura de evasión que nos permite alejarnos del mundo real y adentrarnos en un mundo en el que todos los hombres son fuertes, todas las mujeres son hermosas, la vida es siempre una aventura, los problemas son sencillos y nadie menciona el precio del carburante, la cotización de la prima de riesgo o la situación del mercado laboral.
Aunque la venta de este tipo de relatos, muchas veces en forma de comic, decreció notablemente tras la II Guerra Mundial, con la publicación de la trilogía de El señor de los anillos de J. R. R. Tolkien y la reedición de numerosas obras anteriores del género, éste recibió un gran impulso y se volvió a poner de moda.
Howard era un narrador de primera clase, con un asombroso dominio técnico y sin ningún tipo de inhibiciones. Tomó con entera libertad lo que le gustaba de los aspectos más espectaculares de todas las épocas y lugares (nombres propios de todo tipo de origen lingüístico imaginable, armas de cualquier lugar y época, grupos sociales y costumbres del mundo antiguo y medieval) y lo combinó todo creando un universo coherente. Luego agregó una gran dosis de elementos sobrenaturales para dar más color y sabor al conjunto, y el resultado es un universo en el que todo es posible, salvo el tedio. Tremendamente ágiles, en sus relatos siempre está ocurriendo algo y la fluidez de la acción nunca decae: un incidente se funde suave e inevitablemente con el siguiente sin una pausa para el lector. No hay que buscar significados filosóficos ocultos ni rompecabezas intelectuales en los cuentos, porque no se encontrarán, Howard era un narrador. Sus relatos son aventuras de capa y espada llevadas al límite e incluso un poco más allá.



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