sábado, 14 de marzo de 2015

EL DIABLO EN LA BOTELLA

Keawe pasea por el barrio más señorial de San Francisco, admirando las imponentes casas que bordean las calles, piensa que su mayor sueño sería tener un día una de aquellas hermosas construcciones. Un hombre le mira desde la ventana de una de ellas, no es la más grande, al contrario, es una casa de proporciones menores a las otras, sin embargo, su hermosura y la del jardín que la rodea, ya habían llamado la atención de Keawe.
El hombre que la habita, parece infeliz a pesar de tener para sí tan hermosa morada y tras un intercambio de miradas, llama a Keawe para invitarle a entrar y se ofrece a enseñarle su casa.
En el transcurso de la visita, le cuenta la historia de cómo se hizo con aquella casa, en realidad fue un deseo que pidió al diablo que está encerrado en una botella que posee, un recipiente que en su tiempo perteneció a gente importante, Napoleón o el capitán Cook fueron algunos de sus propietarios, así se explican las hazañas que consiguieron y por qué decayó su estrella cuando se deshicieron de la botella, porque esta guarda un secreto, el hombre que muera con la botella entre sus posesiones terrenales, irá directamente al infierno. Sólo hay una manera de deshacerse del maleficio, venderla por menos dinero del que se compró, advirtiendo al comprador de todas estas circunstancias.
Keawe compra la botella por 50 dólares, todo el dinero que posee, mucho menos de lo que pagó por ella su primer propietario, el legendario Preste Juan, que la compró por millones. Keawe logrará tener la casa que ambiciona y vende la botella, su vida es feliz, no desea nada más, hasta que un día conoce por casualidad a Kokua, una hermosa muchacha de la que se enamora y con la que desea casarse. Esa misma noche, al llegar a casa, le pide a su criado chino que le prepare el baño, cuando desnudo se mira al espejo, descubre con horror una pequeña mancha que para su ojo experto es señal inequívoca de que tiene el mal chino (la lepra).
A Keawe, un día antes, no le hubiera costado mayor disgusto aceptar su desgracia y encaminarse a Molokai en espera de pasar a mejor vida, pero ha tenido que ocurrirle justo cuando acaba de conocer al amor de su vida, renunciar a Kokua le parte el corazón, así que decide ponerse a buscar la botella. Tras seguir su rastro, consigue encontrarla y se la compra a su dueño, pero el precio que paga es de dos centavos, no podrá venderla, pues nadie querrá comprarla por uno y condenarse a las llamas del infierno.
La novela de Stevenson es una reflexión sobre el egoísmo y la fuerza del amor. Por un lado, el humano deseo de riquezas y bienestar que hace del hombre un ser osado capaz de exponerse a la eterna condenación con tal de vivir en la opulencia. Por otro, un canto al amor y a la fuerza que este nos da, en ocasiones, para poner en peligro nuestra propia vida, llegado el caso, por un minuto más junto al amado o la amada y exponer nuestra existencia para evitarle males y dolores.




No hay comentarios:

Publicar un comentario