martes, 17 de febrero de 2015

ESCENAS MATRITENSES

Ramón de Mesonero Romanos, tuvo la suerte de nacer en el seno de una familia acomodada, lo que le permitió pasar toda su existencia sin agobios económicos y dedicarse a la literatura, desplegando también una intensa actividad cultural.
Aunque había iniciado su andadura literaria en plena época del romanticismo español, prácticamente toda su obra es de carácter costumbrista, género del que se le considera precursor y cuyas obras influyeron en los escritores que le sucedieron en el tiempo dentro de esa corriente.
Sus viajes por algunos países europeos le hicieron inclinarse hacia ideas reformistas, sobre todo en materia de urbanismo, materia de la que fue asesor del Marqués de Pontejos cuando éste era alcalde de la capital de España y más tarde participando ya directamente en las reformas de la ciudad como concejal, bajo las alcadías de José Laplana, el conde de Vistahermosa y el marqués de Santa Cruz. Además, fue cronista oficial de la villa y corte.
Con todo este preámbulo, pretendo hacer notar que don Ramón, madrileño de pro, fue testigo privilegiado de las costumbres de sus coetáneos, costumbres y vivencias a las que dedicó buena parte de su obra, mucha de ella, como es el caso del libro que hoy traemos, que recoge artículos publicados de una vez o por entregas en la prensa diaria, bajo el seudónimo de El Curioso Parlante, y recogidos con posterioridad en forma de volumen.
Inteligente y aplicado observador, sus escritos son la fotografía escrita de algunas de las costumbres de los madrileños de la época, de su habla, sus entretenimientos y miserias, del ambiente y los lugares en los que se desarrollaba su vida diaria, algunos ya desparecidos y otros, aún presentes en este crisol de tipos que es la ciudad de Madrid, tan querida por el autor y que ha tratado de devolverle parte de su cariño a este su preclaro hijo, hoy casi olvidado en el resto del orbe, poniendo su nombre a la calle en que nació (entonces del Olivo) y convocando cada año el premio de periodismo Mesonero Romanos.
Juan Eugenio Hartzenbusch, señala en el prólogo, entre otras cosas:

La concisión y el gracejo urbano, ese gracejo que agrada más cuanto más al descuido se vierte, caracterizan principalmente el modo de decir del Curioso Parlante; pero aún quizá es más de elogiar en él su carácter inofensivo. Las Escenas Matritenses son una prueba irrecusable de que se puede escribir en el género festivo sin emplear groserías, dicterios ni suciedades; sin hacer agravio a las leyes ni a las personas, y sin pedir al idioma francés elegancias que en el nuestro no son de recibo. El señor Mesonero ha visto nuestra sociedad tal como es en el día, es decir, separándose mucho de lo que fue, conservando un poco de lo que ha sido, dudosa y vacilante acerca, de lo que será en lo sucesivo: así la ha trazado en sus cuadros, pintando tipos generales, en que ninguna persona determinada se encuentra; porque el fin del autor no es mortificar a ninguno, sino buscar el provecho común de todos.




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