Javier Zarco (Rafael Durán) y Gabriela Zahara (Amparo Rivelles), se conocen cuando ambos viajan en una diligencia, ella oculta su nombre verdadero y le dice a Javier que se llama Blanca.
Él está prendado de la desconocida y durante el viaje trata de hacerle la corte, pero la mujer se muestra tajante y le pide que no siga por ese camino.
Cuando llegan a Madrid, Zarco sigue a la desconocida y pide alojamiento en el mismo hotel donde la ha visto entrar, hasta que un día de carnaval, aprovechando que Blanca sale a dar un paseo y se ve molestada por algunas mascaras que participan de la fiesta, Javier la rescata y se la lleva a cenar. Cuando regresan al hotel, Blanca ha dejado caer todas las barreras que la separaban de Javier y ambos se convierten en amantes.
Javier recibe una carta del ministerio de Gracia y Justicia para que se incorpore a su nuevo destino de juez, negarse supondría renunciar a su carrera, por lo que se prepara para el viaje y le pide a Blanca que se case con él, pero ella, invocando razones que mantiene en secreto, se niega y ambos se emplazan para un mes después en el mismo lugar. Cuando Javier regresa, no encuentra a Blanca y da por supuesto que se ha burlado de él.
Cinco años después, siendo juez de Nueva Mérida, durante un paseo con el secretario judicial, Javier entra en el cementerio de la localidad y descubre un cráneo con un clavo, que le llama la atención. Suponiendo que está ante un crimen sin resolver, Javier comienza las pesquisas que, con el tiempo, le traerán la desgracia, aunque él todavía no lo sabe.
El guión adapta un relato de Pedro Antonio de Alarcón que, como algún otro de los que figuran en el mismo libro (Cuentos amatorios), están influenciados por las obras de Edgar Allan Poe, autor por el que se había interesado Alarcón, cuando en España el escritor de Boston era un desconocido.
Además del atractivo de la pareja protagonista, con una Amparito Ribelles (así figura en el cartel) jovencísima y un Rafael Durán que era el galán de moda, por el film desfilan una serie de secundarios, a la cabeza de los cuales está Juan Espantaleón, que si se me permite, están mejor que los cabeza de cartel que a mí me han parecido, ella un tanto desangelada, fiándolo todo a su cara bonita y él que en algunos tramos resulta repelente, pues ni siquiera en los momentos románticos, puede desprenderse de la altanería con la que reviste a su personaje.
Con una fotografía bastante normalita, a pesar de estar al cuidado de Alfredo Fraile, quizá lo mejor sea la ambientación y el acompañamiento musical que lleva la firma del maestro Quintero.
La historia narrada, aunque conserva el argumento principal, se separa en algunos detalles del relato de Alarcón, alterando la situación de la protagonista que en realidad tiene un hijo de su amante, algo que desaparece en el film, seguramente Rafael Gil no quería problemas con la censura de la época que hubiera considerado inapropiada tal situación.
Lo mejor de la obra de Alarcón es la concisión y la brevedad en la narración y el dotar de cierto halo de misterio el asunto del asesinato; pero el film desaprovecha todo esto, el relato se vuelve pesado, sobre todo en la primera parte de la película, con diálogos insulsos, simplones y hasta irrisorios, solamente tienen cierta brillantez algunos de los momentos cómicos que, casi siempre, protagonizan los secundarios.
La película tuvo un gran éxito en su momento, pero es un producto típico de aquella época oscura que tiene de interesante, precisamente, ser reflejo de ella, pues aunque se desarrolla a finales del XIX, parece que la España de posguerra sigue anclada en aquellos lejanos años rodeados de oscuridad.
La vi Trecce, y con bastante éxito en su época, aunque por lo que narras con algunos cambios, para que la censura no metiera mano. Hace años que voy muy poco al cine, pero como ya creo que te comenté, películas de estas antiguas las he visto casi todas, ya que de más joven aveces hasta iba al cine tres veces por semana.
ResponderEliminarUn abrazo Trecce y que pases muy buen fin de semana. A mí me toca currar.
Pues que no se te haga muy largo. Un saludo.
EliminarSiempre me encantó esa mujer, tardé en saber de quién era hermana, otro gran actor por cierto.
ResponderEliminarCarlitos el ligón, como llamaba una conocida mía al hermano de Amparo Rivelles. Por cierto, ambos hijos de una de las actrices con más nombre de la escena española, Mª Fernanda Ladrón de Guevara, toda una institución en su época.
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