sábado, 1 de septiembre de 2012

LOS PAZOS DE ULLOA

La novela nos presenta una visión naturalista de la sociedad rural gallega en contraposición con la urbana, que también nos muestra valiéndose de la estancia del Marqués de Ulloa en Santiago cuando viaja allí para encontrar esposa. Otro asunto muy importante que toma cuerpo en el libro es el de la corrupción del sistema electoral basado en el caciquismo y en la ignorancia de la sociedad sometida a la dominación de la autoridad.
El aparente caos que reina en la vida cotidiana del Pazo, donde la moral parece no existir, y los problemas propios de la vida rural, son relatados con realismo y crudeza. Las razones médicas, fisiológicas y ambientales para explicar conductas surgen con frecuencia, aunque sin caer en academicismos.
Bajo este mismo estilo naturalista se describe el enfrentamiento entre la ciudad y el campo. La obra simboliza el triunfo de éste último, mostrando, en las lineas finales de la novela, a un Perucho (el hijo bastardo del Marqués) vestido elegantemente, siguiendo la tradición que exige que la sucesión nobiliaria siga la línea masculina, frente a la hija legítima, que queda relegada.
Sin embargo, el triunfo del campo y de la naturaleza significa también el triunfo de la injusticia y de la barbarie. La obra adquiere en este punto, aunque de manera muy sutil, un tono crítico. El patetismo de las elecciones y la amoralidad como canon de comportamiento son dos ejemplos claros. Finalmente, se presenta la crítica del caciquismo como el sistema imperante en el mundo rural, aunque definitivamente impulsado desde la ciudad. La escritora plasma con severidad los turbios manejos de los caciques de todos los bandos; la belicosidad de parte del clero que, debido a su propia naturaleza, debiera mantener la neutralidad y, sin embargo, se convierte en agente principal de una de las facciones; la crueldad de los matones a sueldo que utilizan ambos bandos sin remordimiento y muestran una falta de límites morales para realizar toda clase de fraudes electorales, incluso para eliminar a los adversarios llegado el caso.
Los Pazos de Ulloa quizás no sea la obra más ligera ni entretenida de leer, pero es innegable que su mayor atractivo recae en el mensaje que nos traslada, ya que casi pareciera no importar que ésta fuera ambientada en el siglo XIX y mantiene un cierto carácter intemporal. Puede resultar increíble el darse cuenta de cómo las civilizaciones avanzan desmesuradamente en algunos aspectos, mientras que en otros pareciera estar sucediendo una involución o, al menos, cierto inmovilismo. Quizás haya sido esa la intención de Pardo Bazán, advertirnos que este tipo de injusticias van mucho más allá de coyunturas económicas o políticas, y que, más bien, ese lado despiadado y destructor del ser humano es algo que está muy arraigado dentro de sí mismo. Que las cosas no hayan cambiado tanto como quisiéramos en dos siglos es motivo de alarma, y demanda un poco más de introspección de nuestra parte, sólo para finalmente encontrar que la raíz de todas las injusticias del mundo no son sólo los demás, pues también nosotros formamos parte de ese mundo.
 
 
 

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