viernes, 14 de septiembre de 2012

INVITACIÓN A LA DANZA

El film está conformado por tres historias sin conexión entre sí, ocupando cada una, aproximadamente, un tercio del metraje.
La primera, una trágica historia sobre un triángulo amoroso, con un espléndido y triste final, ambientada en el mundo del circo (al que rinde un pequeño homenaje), de una indefinida época postmedieval.
La segunda, una historia circular, sobre amores clandestinos, infidelidades, amores fugaces, reencuentros, olvidos y perdón, que recorre desde el glamouroso ambiente de la alta sociedad, hasta llegar a los escenarios sórdidos de la noche, con una pulsera que pasa de mano en mano, como nexo recurrente.
La tercera es una adaptación del imperecedero clásico de Las Mil y una noches, Simbad el marino, mezclando dibujos animados y personajes reales.
La película está dirigida por Gene Kelly y cuenta con algunos personajes de cierto renombre en el mundo de la danza (Igor Youskevitch, Tamara Toumanova, Claire Sombert...) o de la composición e interpretación, como André Previn, que no necesariamente intervienen en las tres partes.



La película es una apuesta arriesgada y valiente de la Metro, con desigual resultado. La música, el lenguaje corporal y los decorados, toman todo el protagonismo en ausencia de la palabra. La cinta es arte visual con fondo musical por encima de todo. Quizá Kelly pecó de absorvente a la hora de dirigir el film, pues las carencias que apreciamos para sacar partido de las ideas que va desarrollando, tal vez (sólo tal vez, siempre quedará la duda), hubieran podido ser subsanadas por alguno de los directores que hacían musicales en aquellos años dorados del género.


Aunque algunos fans se quejan de que el filme es corto, yo creo que tiene el metraje adecuado, hora y media está perfecto, no te aburre para nada y si alguno se queda con ganas de algo más, para mí eso no es un defecto, sino una virtud.
Muchos prefieren la segunda de las historias, pero, reconociendo que está muy bien y que la primera, con ese payaso que llora para adentro (la típica historia del clown que hace reír a los demás y él se muere de pena), tampoco está nada mal, yo particularmente prefiero la última. Sí, se que hay un niño un tanto repelentillo (David Kasday) haciendo el papel de genio, pero ese recurso de mezclar dibujos animados con personajes reales, me parece muy logrado y además, creo que es donde mejor quedan los números de baile, donde Kelly (por fin) llega a mostrar de verdad su estilo característico. Si encima los dibujos se deben a las manos de los maestros William Hanna y Joseph Barbera y los arreglos musicales toman como base una composición de Nikolai Rimsky-Korsakov, pues ¡qué quieren que les diga!


La película es una pequeña delicatessen, una joyita visual con fondo musical, en la que los decorados, coreografías y la expresión corporal son el todo ante la ausencia de la palabra, de la que se prescinde de forma acertada, a mi juicio, dado el tipo de trabajo que se desea hacer y con algún número concreto, como el del cantante cuya voz se sustituye por el sonido de la trompeta (segunda historia), o el baile de Kelly con la princesa de dibujos animados, que son muy buenos.




6 comentarios:

  1. Tu lo has dicho, una joyita para paladares selectos.

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    1. Parece inconcebible que la Metro se embarcara en este romántico proyecto.

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  2. Trecce no la he visto, pero como te he dicho en otras ocasiones, contigo quedamos plenamente informados, o sea que como si la viera: je je.

    Saludos Trecce.

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  3. Si los danzarines tienen arte y oficio, ofrecen un espectáculo también muy entretenido.

    Saludos

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    1. Lo tienen, José Luis, aunque a mí, más que el espectáculo musical que, me parece que no acaba de ser redondo, lo que me gustó fue el espectáculo visual que nos regalan.

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