Cansado de trabajar en la construcción de bombas atómicas y alarmado ante el alcance destructor de su descubrimiento, un científico norteamericano de prestigio internacional huye de su país y se refugia en el anonimato de un apacible pueblo de la costa mediterránea llamado Calabuch. Una vez allí, el profesor es confundido con un cómplice de un contrabandista, siendo detenido y encerrado en un calabozo.Sin pretenderlo, el científico, que es tomado por un vagabundo, bondadoso e indocumentado llamado Jorge Serra Hamilton (Edmund Gwenn), se va integrando totalmente en la vida de Calabuch. Traba amistad con sus peculiares habitantes, les ayuda a resolver sus problemas y participa en todo tipo de actividades. Así, proyecta las películas en el viejo cinematógrafo, ayuda a la maestra en el pequeño colegio y, llegadas las fiestas patronales, termina haciendo aquello que mejor sabe, construir cohetes y fuegos artificiales que se elevan hasta alturas nunca alcanzadas en la comarca. Son precisamente estos cohetes los que alertan a las autoridades internacionales sobre la localización del científico. Cuando la flota norteamericana acude al lugar en su busca, todos los habitantes del pueblo, desde la maestra al párroco, pasando por el cabo de la carabineros y el contrabandista, se solidarizan para impedir el rescate. Sin embargo, Jorge sabe que es inútil oponerse y decide finalmente marcharse por su propia voluntad, sin ofrecer resistencia y consciente de que se ha ganado la amistad y el cariño de todo Calabuch.
Berlanga puede contar en esta coproducción hispano-italiana, con actores internacionales, gracias al prestigio que va ganando fuera nuestro cine. Bardem gana premios en festivales internacionales y las películas de Berlanga interesan fuera de nuestras fronteras, lo que permite al cine español ir saliendo del anquilosamiento en que lo había sumido el franquismo.
Berlanga sortea como buenamente puede los problemas con la censura para ir metiendo pequeñas críticas sociales, en un clima nada propicio, en el que los censores examinan con lupa cada centímetro de metraje. Con esa influencia negativa, la productora opta por alterar el título de la película y en lugar de Calabuig, titula el film "Calabuch", para que suene menos a catalán-valenciano en el resto de España, sin reparar en que el título originalmente pensado, suena "Calabuc" cuando se pronuncia en el idioma levantino.
Con mucho humor (que Berlanga se atribuye a sí mismo) y una buena dosis de sentimentalismo que, según el realizador se debe a la mano de Ennio Flaiano, otro de los coguionistas, en esta ocasión la crítica irónica sobre aspectos de la sociedad del momento, toma un aspecto más amable y menos ácido que en otros films de Berlanga.
Con el paso del tiempo, el film ha cobrado un importante valor documental, pues está rodado en Peñíscola, poco antes de que el desarrollismo y la especulación turística y urbanística convirtieran el maravilloso pueblo levantino en lo que hoy conocemos.
Partidario de mostrar la incomunicación en que vive nuestra sociedad a través de esos diálogos multitudinarios en que todos hablan al tiempo sin escuchar a los demás, Berlanga nos ofrece uno cuantos pasajes de estos diálogos tumultuosos y algunas secuencias realmente geniales (esa especie de capea en la playa; la de Jorge interpretando al armonium "Oh! Susanna" en plena celebración religiosa en el templo; o el cabo ordenando numerarse y quienes hacen de soldados romanos, que le responden que no saben hacerlo en la numeración romana...).
Calabuch es un sueño, una especie de Brigadoom, con algo del pueblo que José Luis Cuerda retrató en Amanece que no es poco, lugares imposibles fuera de lo imaginario. En Calabuch no hay maldad y cada uno es feliz haciendo lo que más le gusta. Se ha criticado este buenismo que expone Berlanga en su película, aduciendo que la España del momento no era así y mucho menos sus pueblos y sus gentes sumidos en un ambiente que nada asemejaba con el que aquí se nos pinta. Sin embargo, tras este tono aparentemente amable, subyace una crítica bastante más amarga de lo que las situaciones alegres, incluso divertidas, pueden aparentar y el mensaje final no deja de ser desalentador.
Una película de culto, me parece maravillosa y transmite una visión amable de la vida cotidiana.
ResponderEliminarUna buena crítica social, con un tono amable, sin aspavientos.
EliminarLa recuerdo Trecce y me gustó. Además la he visto al menos en un par de ocasiones.
ResponderEliminarAbrazo.
Sí, la han puesto varias veces en la tele.
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