Hélène Berthier (Edith Scob) ha dedicado su vida a preservar en su casa de Valmondois la colección de obras de arte del siglo XIX que perteneciera a su tío, el artista Paul Berthier.
Hélène era la albacea de esta excepcional obra y al fallecer repentinamente, el conflicto estalla entre sus tres hijos.
Sin embargo, no tendrán más remedio que limar asperezas y llegar a un acuerdo.
Adrienne (Juliette Binoche) vive en Nueva York convertida en toda una diseñadora de éxito, Frédéric (Charles Berling) es economista y profesor universitario en París, y Jérémie (Jérémie Renier), es un dinámico hombre de negocios asentado en China.
Debido a la distancia entre sus lugares de residencia, los hermanos no se ven muy a menudo y revisar sus pertenencias y ver su antigua casa de verano, les traen recuerdos que afectan a cada uno de una manera diferente.
Las decisiones que han de tomar en relación a las obras de arte, no solo por su valor económico, si no también por el sentimental, así como una mirada a la familia ahora reunida, conforman el eje de la película.
No estamos ante una familia disfuncional, los hermanos se llevan bien, pero todos son mayores, cada uno tiene su familia y tienen trabajos exigentes, así que esta postrer reunión familiar, viene a representar para ellos el fin de la niñez y de los recuerdos compartidos.
Olivier Assayas, realizador y guionista del film, ofrece una particular reflexión sobre el paso del tiempo y las relaciones familiares, en este film en que también puede verse una parábola sobre la sociedad europea del siglo actual, una sociedad como hastiada de sí misma y con una juventud que recoge los frutos de las oportunidades perdidas por sus padres y abuelos durante el pasado siglo XX.
Un ejercicio visual, bien concebido y realizado, en el que el arte, el coleccionismo y los museos, son metáfora de unas cuantas situaciones por las que atraviesa el mundo actual y las clases medias y alta, en teoría llamadas a tomar el liderazgo, pero que no se han mostrado demasiado comprometidas o, al menos, no se ve que hayan tenido todo el éxito deseable en su teórica misión.
Una película en la que no ocurren grandes cosas, como en la vida real, por otra parte, y en la que, junto a las muy cuidadas imágenes, los diálogos cobran especial importancia, pero que al lado de esta apariencia de sencillez, encierra un profundo mensaje, si bien es cierto que dudo logre llegar a todo espectador.
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