Aun para los no cristianos, la muerte de Jesucristo es un hecho capital en la historia de la humanidad, pues gracias al sacrificio del Gólgota, el mundo sufrió una transformación definitiva en todos los órdenes, que ha llegado hasta los rincones más escondidos de la tierra.
Confieso, no obstante, que haberme decidido por esta versión de los Evangelios publicada en 1960, viene de que uno de los traductores del texto original griego, es José Mª Valverde Pacheco, Premio Nacional de Poesía en 1949, por su obra "La espera".
Catedrático, poeta, escritor y traductor, había nacido en Valencia de Alcántara (Cáceres) en 1926, aunque muy niño, se trasladó con su familia a Madrid. Tras la Guerra Civil, durante la cual su padre estuvo encarcelado en Valencia por los republicanos, por haber pertenecido a la CEDA, retomó sus estudios de bachillerato en el instituto Ramiro de Maeztu de Madrid.
Vinculado al SEU, sus primeras publicaciones vieron la luz en revistas falangistas (Escorial, Garcilaso, Espadaña, Proel...). En su etapa universitaria, a través de las tertulias que frecuentaba, conoció a Carlos Bousoño y Eugenio de Nora e hizo buena amistad con Camilo José Cela. También alternó con Luis Felipe Vivanco y con un grupo de poetas nicaragüenses, que tanto habían de influírle con posterioridad: Carlos Martínez Ribas, Ernesto Cardenal y Pablo Antonio Cuadra.
Por esas fechas acababa de nacer un grupo literario con cierta cohesión, entre los que destacaban Luis Felipe Vivanco, Luis Rosales, Leopoldo Panero, José Luis López Aranguren, Pedro Laín Entralgo y el propio Valverde, como se ve, todos procedentes de Falange o simpatizantes con aquellas ideas antes de cambiar de posturas políticas.
El mismo Valverde había cambiado sus concepciones y ahora estaba cercano a la llamada Teología de la Liberación. En 1964, en solidaridad con los profesores Tierno Galván, Aranguren y García Calvo, cuando fueron expulsados de la universidad de Madrid por las autoridades académicas franquistas Valverde renunció a su cátedra de Estética en la Universidad de Barcelona, obtenida tan solo un año antes y se fue al exilio en EE.UU. y Canadá. Regresó a España en 1977, reincorporándose a la universidad.
De este libro del que hoy hablamos, José Mª Valverde dijo: “Esas paráfrasis poéticas me llevarían –como intermedio dominical entre mis fatigas de traductor profesional– a emprender una traducción de los Evangelios, en la lengua más diaria y corriente, la más poética según Juan de Mairena. Se publicó el resultado en 1960, no sin cierto miedo, bajo el título “Las Buenas Noticias del Reino de Dios”, y, lejos de recibir excomuniones, aquella versión fue aceptada como estímulo seglar en la magna tarea de traslado de la liturgia a lengua vulgar, emprendida por entonces al calor del Concilio.”
El cristianismo, más allá de que uno sea o no creyente, es la religión que ha aglutinado a los pueblos occidentales, tras haber pasado por el llamado Renacimiento, abandonamos la Edad Media, en la que siguen sumidos los pueblos de alguna otra religión, hemos sabido aceptar que los textos sagrados a veces tienen una parte de parábola o fábula y nos hemos quedado con la esencia. Sea por eso o por mera casualidad, el caso es que hoy, nuestro orbe cristiano es el que lidera al mundo junto a China y Japón y, frente a la amenaza más real que latente de lo que otras culturas nos ofrecen en cuanto a una posible regresión de libertades, no está de más echar un vistazo a los textos que sustentan nuestro pensamiento religioso.
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