Un auditor de cuentas vive una existencia feliz en un reconocible paisaje urbano de casas adosadas y simétricas. La rutina y el confort presiden sus acciones y el futuro se vislumbra predecible… Pero un hecho fortuito —la visita al veterinario con su perro Bobo—, desencadena una sucesión imprevista de mentiras que altera radicalmente su vida y le lleva, al mismo tiempo, a contemplarla de modo distinto.
Su ridícula odisea le permitirá percibir la otra fuerza de las cosas, intercambiar esclarecedoras confidencias, intuir el significado de los silencios de su esposa y, sobre todo, saber de la falacia de la quietud, descubrir que es posible que todo estalle y abra paso al pánico o a la verdad o, simplemente a otra rutina, eso sí, tras otra vuelta de tuerca.
El guión se basa en le novela del mismo título de Félix Bayón, finalista del Premio Nadal en 1995. El propio Bayón, junto al realizador del film, Mario Camus, adapta la novela.
Tal vez puede parecer un poco extraño que un incidente sin mayor importancia desencadene todas las circunstancias que viven los protagonistas. Andrés (Antonio Valero), lleva a su perro enfermo, al veterinario y este le dice que tiene un cáncer que le está empezando a afectar al cerebro y que lo mejor es sacrificarlo para que no sufra. Pero Andrés, tras acceder a lo que le indica, se hace un lío mental con esto y nota que le da vergüenza decirle a su familia lo que ha pasado y les cuenta una historia un tanto ridícula que irá creciendo como una bola de nieve.
Es todo un poco kafkiano y aunque no siempre está relatado con la suficiente fuerza como para atrapar al espectador, resulta una historia diferente que busca originalidad y que tiene momentos interesantes.
Mario Camus se muestra competente, en la narración, pues aunque en algún momento, como queda dicho, le falta algo de fuerza, consigue buenas imágenes y alguna secuencia poderosa –la del juego familiar que termina en la llamada inesperada del veterinario–, pero falla sobre todo en el texto: la ausencia de unos diálogos cuidados queda en evidencia en unos personajes fríos, distantes; en los largos silencios, que me han resultado excesivos; o hasta con las parrafadas en ruso –que no se traducen con subtítulos– del vagabundo.
La frescura del comienzo y el mantenimiento de una trama interesante pero sencilla, se diluye por completo en un final muy simple.
El film, como el texto en que se basa, denuncia el modelo de felicidad familiar defendido por la sociedad capitalista y promovido desde el estado con la ayuda de los medios de comunicación, el de la típica familia (padre, madre, dos niños, perro y chalet adosado), un mundo que es puesto en evidencia y cuyos personajes viven en la mentira a pesar de aparentar cultivar la sinceridad.
Me llamo la atención el desnudo de Ana Duato, uno de los más innecesarios que he visto jamás.
ResponderEliminarHay algunas escenas -esa que mencionas entre ellas- que poco aportan a la narración.
ResponderEliminarCreo que Camus, que ha hecho algunas de las mejores adaptaciones al cine de obras literarias, aquí no supo dar con la tecla.