Xan de Malvís (Alfredo Landa), por pura desesperación decide convertirse en bandido y adopta el nombre de Fendetestas. Sin embargo es un bandido peculiar, que regatea con sus víctimas la cantidad que les va a robar. En su nueva vida se verá acompañado, sin desearlo, por Fiz de Cotovelo (Miguel Rellán), un muerto que no puede descansar en paz por no cumplir su promesa de ir a San Andrés de Teixido. Malvís no lo puede hacer por él, porque lo cogerá la guardia civil y allí, erre que erre cada día con él , ahuyentando a las gentes y fastidiando “el negocio” del bandolero. Malvís es íntimo de Geraldo (Tito Valverde), el pocero, minusválido enamorado hasta las trancas de la joven más bella de la localidad, Hermelinda (Alejandra Grepi), esclavizada por su avara tía a la que decide abandonar, yéndose a La Coruña, para disgusto del pretendiente, que teme que lleve “mala vida”.
El guión adapta el libro de Wenceslao Fernández Flórez, conformado por relatos protagonizados algunos de ellos por animales (que aquí desparecen) y en el que la fraga de Cecebre tiene especial protagonismo a través de los personajes que la pueblan, cotidianos pero fantásticos. Árboles, plantas o animales, tienen el mismo protagonismo que los vecinos vivos y muertos de San Salvador. Una parte de esto se pierde en la película, lo mismo que el humor con retranca del autor gallego, porque el film, en algunos momentos, convierte la novela en un nuevo relato en que únicamente la maestría de Rafael Azcona, autor del guión, es capaz de ofrecernos su propio humor aprovechando lo que dejó escrito Fernández Flórez y adaptándolo al nuevo contexto artístico.
Confieso que no soy parcial al hablar de este film, del que soy absolutamente devoto, me parece una de las mejores películas del cine español de todos los tiempos. Todos y cada uno de los personajes, en la medida de sus intervenciones, están brillantes, empezando por un magnífico Alfredo Landa, el mismo Miguel Rellán o la aparición, breve pero señorial, de Fernando Rey. José Luis Cuerda consigue, una vez más, hacer que sus personajes nos resulten del todo entrañables.
El film, como ya ocurre en la novela, nos traslada una Galicia pobre, incluso resignada, fatalista, y atrasada, quedando reflejados muchos de estos problemas y el éxodo que cíclicamente sufre esta tierra, con unos personajes que viven siempre al límite de la subsistencia, trabajando tierras ajenas. Una Galicia plagada de atavismos que mezclan lo religioso con lo profano, que son tratados con mimo y detalle y con un particular sentido del humor, por otra parte, tan gallego, que hace que, a pesar de que si te paras a pensarlo, todo lo que te está contando es bastante triste, hace que la sonrisa no se vaya de tus labios desde el mismo inicio del film hasta el final.
Una gran película.
Hace muchos años leí la novela de Don Wenceslao y disfruté como un enano. Años más tarde ví esta peli que describes y era muy buena. Landa lo borda en ese humor galaico que esconde siempre, como dices, la retranca de la pobreza.
ResponderEliminarEstamos de acuerdo, D. Javier.
EliminarA mí también me gustó mucho
ResponderEliminarUna gran película.
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