Un industrial catalán, paga una cacería en la finca del Marqués de Leguineche (Luis Escobar), a la que asisten varios personajes con buenas relaciones en las alturas del Régimen, incluido un ministro y otro que pronto lo será. La pretensión de Jaume Canivell (José Sazatornil), es obtener la exclusiva para una patente suya de porteros automáticos en las casas de nueva construcción. Algunos de los asistentes se muestran proclives a intervenir en el negocio, incluso a forzar el cambio de alguna ley, para asegurarse pingües beneficios.
En algún lugar leí que una simple anécdota, el tiro que Fraga le propinó (sin intención, claro) a Carmencita Franco en su culete, durante una de aquellas cacerías que eran signo de identidad del franquismo y en las que se ponían y quitaban ministros y se discutían leyes... y negocios, aquello fue el detonante para que la fecunda imaginación del tándem Azcona-Berlanga, pusiera su ingenio a trabajar. No sé desde cuándo tenían la idea en mente, pero con las secuelas del franquismo aún presentes (estamos en 1978), aunque con las leyes de censura recién derogadas, ya no había que acudir a subterfugios para mostrar toda la ironía y el humor ácido que Berlanga y Azcona ofrecen en su película.
Apoyados en algunos de los mejores actores y actrices del momento (José Sazatornil -genial como el patético industrial catalán-, Luis Escobar, Antonio Ferrandis, José Luis López Vázquez, Rafael Alonso, Mónica Randall, Laly Soldevilla, Amparo Soler Leal, Luis Ciges, Chus Lampreave...), es una crítica despiadada e inteligente contra los dirigentes del franquismo y de la primera época de la democracía, los mismos, al fin y al cabo, recordemos de dónde procedía una buena parte de los miembros de UCD. Además, es una demostración de humor inteligente y no por ellos menos divertido, frente al landismo o a la cutrez de las rancias españoladas que se estaban imponiendo en el cine comercial de aquellos años.
Estupenda obra coral, una narración que parece inconexa pero en la que todo fluye de la mano maestra del realizador levantino que ridiculiza a estos dirigentes de pacotilla mediante el esperpento de sus acciones. Una película que se ha convertido en un clásico, porque clásica es toda obra que perdura en el tiempo y esta lo hace y encima, por desgracia, con otros protagonistas, sigue plenamente vigente por lo que se ve con los escandalosos mangoneos a los que casi estamos acostumbrados por cotidianos.
El mejor Berlanga asoma una vez más, pues bajo la pátina del humor, representado en buena parte por los geniales diálogos de Azcona, se esconde ese mensaje triste: No habrá felicidad, mientras existan ministros y administrados.
Muy divertida y muy bien trabajada.
ResponderEliminarHumor del bueno.
EliminarHoy el escenario sería el palco de honor de un estadio de fútbol.
ResponderEliminarYa entonces se llevaba, creo que lo del fútbol aquí no tiene remedio.
Eliminar