viernes, 3 de junio de 2016

CUENTA CONMIGO

Cuatro chicos de Castle Rock en Oregón (una localidad ficticia), cuyas edades oscilan entre doce y trece años, se enteran de que Ray Brower (Kent W. Luttrell), un muchacho de su misma edad al que se busca desde hace días, yace muerto en el bosque. El relato narra las peripecias hasta dar con él y su enfrentamiento con otra pandilla de chicos mayores que reivindican su derecho al descubrimiento.
La historia es narrada en primera persona por Gordie Lachance (Wil Wheaton) y son las remembranzas de cuando Gordie tenía 12 años (casi 13) y su amigo Vern Tessio (Jerry O'Connell) les convenció a él, y a toda la pandilla de ir a ver el cadáver del niño desaparecido del que tanto habían oído hablar en las noticias. Serían los primeros en encontrarlo, tal vez saldrían en el periódico, o les dieran una medalla... o cosas así que se imaginaban podían lograr.
Y es así como los cuatro amigos -Gordie, Chris Chambers (River Phoenix), Vern y Teddy Duchamp (Corey Feldman)- se embarcan en la aventura de sus vidas. Gordie, es un niño ignorado por sus padres; Chris viene de una familia con mala reputación y acarrea la mala fama de su apellido; Teddy tiene un padre loco, veterano de la Guerra Mundial, que casi lo mata pero al que adora; y Vern, bueno, él no es muy brillante. Pero lo que une a éstos chicos total y completamente diferentes es la amistad pura que uno sólo puede tener a los 12 años.


Basada en un relato de Stephen King titulado El cuerpo, es posiblemente la mejor adaptación que se haya hecho de una narración de este autor, así al menos lo pensaba él mismo.
Con una espléndida fotografía y algunas secuencias realmente maravillosas, cuenta con una magnífica banda sonora que incluye clásicos como "Great Balls of Fire" de Jerry Lee Lewis, "Lollipop" de The Chordettes y obviamente "Stand by me" de Ben E. King, el tema que han versionado desde John Lennon hasta Led Zeppelin, pasando por Otis Redding o Jimi Hendrix y que, para mí, es la mejor canción de música ligera del pasado siglo.


La película es un cántico a la amistad, pero lo que la hace grande, es que lo hace desde la sencillez de esos recuerdos que muchos tenemos de aquellos veranos de noches calurosas y días interminables en los que buscabas refugio en tus amigos, alguno de los cuales lo sería sólo por aquel verano, desapareciendo de forma a veces incomprensible, de tu vida, aunque siguiera yendo a tu mismo colegio, viviendo en el mismo barrio o veraneando en el mismo pueblo.
El caso es que aquella sintonía que se creaba y que daba pie a las conversaciones que siempre eran importantes (aunque para un adulto los temas fueran de lo más intrascendente), o a que cualquier salida del grupo a un entorno desconocido y generalmente cercano, se convirtiera en una auténtica aventura que, con el paso de los años, recordamos con pelos y señales, y que muchas veces no tenía nada de especial, pero que para nosotros era como descubrir un nuevo mundo.
La edad (de los doce a los trece), en que te despides de la infancia sin saberlo, a partir de entonces te sentirás otro y el mundo te tratará de otra manera. Hasta los recuerdos de todo aquello están distorsionados, porque son los recuerdos de un adulto sobre una época pasada de su vida y ahora percibe aquello de otra manera.
Es imposible ver la película sin emocionarte, porque a todos nos trae algún recuerdo de cuando fuimos así. Como dice el narrador: Nunca he vuelto a tener amigos como los que tuve cuando tenía doce años. ¡Dios mío!, ¿los tiene alguien?




4 comentarios:

  1. Es una de nuestras pelis fetiche que vemos de tanto en tanto porque te hace sentir fielmente lo que suponen esos años.

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  2. ¿Dónde estará lo que tuve y no tuve a los doce años? Y cómo se alargaban aquellos días y cómo se acortan los actuales...

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