jueves, 16 de abril de 2020

EL LOBO DE WALL STREET

En 1987, Jordan Belfort (Leonardo DiCaprio) consigue un trabajo como corredor de bolsa de Wall Street para la firma LF Rothschild, a las órdenes de Mark Hanna (Matthew McConaughey), quien rápidamente le introduce en la cultura del corredor de bolsa, un mundo en el que impera el sexo y las drogas y le transmite su idea de que el único objetivo de un corredor de bolsa es ganar dinero para su propio beneficio. Jordan ve como acaba su carrera después del desastre del Black Monday y encuentra un trabajo en una firma de corretaje de Long Island que se especializa en acciones de a centavo. Gracias a su estilo de promoción agresivo y las altas comisiones, Jordan hace una pequeña fortuna, haciéndose amigo de su vecino, Donnie Azoff (Jonah Hill), fundando entre los dos su propia compañía. Reclutan a varios de los amigos de Jordan, a quienes entrena en el arte de la "venta agresiva". El método básico de la empresa es una estafa para hacer subir las acciones artificialmente y venderlas inmediatamente. Para encubrir esto, Jordan le da a la firma el nombre respetable de Stratton Oakmont. Después de aparecer en la revista Forbes, cientos de jóvenes financieros ambiciosos acuden a su compañía. Jordan se vuelve inmensamente exitoso y su estilo de vida se desliza por una pendiente de decadencia, prostitutas y drogas. Aunque está casado, mantiene una aventura con una mujer llamada Naomi Lapaglia (Margot Robbie), con la que acaba casándose tras divorciarse de su primera esposa.
Belfort diseña estrategias para borrar las huellas de sus turbios manejos financieros, mientras ve crecer su fortuna pero el FBI, mira con lupa sus negocios.


El guión adapta la asombrosa e hilarante autobiografía de Jordan Belfort, que narra la vorágine de codicia, poder y excesos que le llevó a convertirse una leyenda de Wall Street, desde la tormentosa relación con su mujer, con quien compartía una mansión que incluía dos niños y veintidós personas a su servicio, hasta el desenfrenado hedonismo de su vida laboral, donde el consumo de drogas y el sexo entre compañeros de trabajo durante el horario de oficina no sólo estaban permitidos sino que formaban parte de la cultura corporativa. La increíble historia de un hombre común que comenzó vendiendo helados a los dieciséis años y terminó ganando cientos de millones de dólares hasta que, tras años evitándolo, todo el peso de la justicia cayó sobre sus espaldas.


La película es básicamente la historia de un ambicioso desmedido que no duda en llevarse por delante a quien se interponga en su camino, lo que incluye, principalmente a miles de personas que, unas por ingenuidad y otras, porque son tan ambiciosas como él, pero menos listas, se dejan seducir por sus promesas de duros a cuatro pesetas. Decía un conocido mío que para hacerte rico desde la nada, pero rico, rico, de esos de ir tirando el dinero y que no se acabe nunca, te tiene que tocar un buen premio de lotería, o tienes que matar a alguien. Claro, ese matar, no supone que lo hagas con tus propias manos, pero sí que éstas van a estar manchadas de sangre, porque, al igual que hacen los bancos, las grandes corporaciones o los gansters, te importará un pimiento que alguien se quede en la calle, que pierda todo lo que tiene y pase hambre y frío o que acabe suicidándose.
Ese es Jordan Belfort que, además de todo eso, tiene también todos los defectos del nuevo rico hortera y desmedido, sin pizca de estilo.
Otro asunto es cómo pinta esto Scorsese, que no hace otra cosa que adaptar lo que Belfort escribió de sí mismo, todo en clave de humor, aunque acabe en la cárcel, pero sin dar cuenta de los cadáveres que ha dejado en el camino. De esto sabemos algo por aquí, con toda la panda de respetables sinvergüenzas que se lo han llevado crudo y encima, si tienen la mala suerte de acabar en la cárcel, cosa que ocurre raras veces, vivirán allí con todos los lujos y mimados por los funcionarios, a los que entiendo perfectamente, pues, además de que no son peligrosos para tu integridad física, saben engatusar a quien se tercie.
La película es divertida (¡qué contrasentido!), incluso te hace reír (si lo piensas bien, es triste) y la reflexión sobre las sinvergonzadas de este tipo queda en segundo plano, pero eso entra en otro terreno y yo no quiero ser moralista.
Capítulo aparte merece su duración y es que el bueno de Scorsese vuelve de nuevo a la carga con una de sus constantes, pero en este caso más evidente si cabe, pues la película se alarga y se alarga, hasta las tres horas nada menos y si bien es cierto que sigue resultando entretenida, no hace sino repetir lo mismo una y otra vez, creo que hubiera quedado igual o mejor con bastante menos minutos.




2 comentarios:

  1. Hola Trecce!
    A pesar de su extenso metraje (pocos palos le han caído por "El irlandes" por ese aspecto...) a mi es una película que me parece muy buena. Ese final con el bolígrafo es la guinda del pastel.
    Saludos!

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