domingo, 5 de abril de 2020

BABEL

A las afueras de la pequeña ciudad de Tazzarine, en el desierto marroquí, Abdullah (Mustapha Rachidi), que se dedica a críar y pastorear cabras, compra un rifle a un vecino para que su hijo Ahmed (Said Tarchani) pueda ahuyentar a los chacales con sus disparos. En medio del desierto silencioso, Ahmed y su hermano menor, Yussef (Boubker Ait El Caid), que ha demostrado mayor habilidad en el manejo del arma, deciden probarla sin tener ni idea de su alcance real y, cuando disparan a un autobús que pasa por la carretera, aciertan a Susan Jones (Cate Blanchett), una turista norteamericana que viaja por el país junto a su marido Richard (Brad Pitt). Susan resulta gravemente herida y Richard tendrá serias dificultades para encontrar la asistencia médica que precisa su esposa.
Los hijos de la pareja, que han quedado en San Diego al cuidado de la sirvienta de la casa, Amelia (Adriana Barraza), una mexicana sin papeles. Están de viaje con ella al otro lado de la frontera, pues su hijo Luis (Robert 'Bernie' Esquivel), se casa y ella no encuentra con quién dejar a los niños. Cuando decida regresar a los EE.UU. tendrá problemas para entrar de nuevo en territorio norteamericano.
En Tokio, Chieko Wataya (Rinko Kikuchi), una adolescente sordomuda, acaba de perder a su madre que se ha suicidado. Chieko está en pleno despertar sexual y tiene problemas con los chicos de su edad debido a su discapacidad, por lo que busca la inapropiada compañía de personas adultas para sus primeras experiencias sexuales.


Al menos en las películas que integran la llamada "Trilogía de la muerte", el mexicano Alejandro González Iñárritu emplea el recurso de historias conectadas, algo en lo que se incide en este film. Yo creo que el éxito que tuvo esta película se debe más que al acierto, mayor o menor, según gustos, a la hora de conectar las tramas, al interés que cada una de ellas despierta en el espectador. Hilar tramas, conectarlas, si uno se para a pensarlo, no es tan difícil, para mí, lo más complicado es que, a la hora de contarlas se suscite en el espectador el interés suficiente como para mantenerlo pegado a la butaca y más si son películas largas como es el caso, ello sin negar que conectarlas de manera creíble e ingeniosa, ayuda bastante.


Las interpretaciones a que ha dado lugar el film y sus historias, son múltiples, desde la más obvia de la interconexión que vivimos en nuestro mundo globalizado y de la incidencia que nuestras decisiones puedan tener en la vida de otras personas por lejanas que estén de nosotros, hasta la confrontación entre ricos y pobres, bien sean individuos, países o culturas enteras, algo que queda patente también en el film y que muestra los intereses distintos que tenemos según el entorno en que se desarrollan nuestras vidas, desde la supervivencia diaria y los esparcimientos sencillos que gobiernan la vida de los desfavorecidos, hasta los traumas que podríamos llamar del alma y las evasiones complicadas y, muchas veces, absurdas que pueblan la vida de quienes vivimos en sociedades más opulentas. Los ricos también lloran, es cierto, pero lloran menos y por razones más absurdas que las de los pobres que, muchas veces, ya ni se molestan en llorar o no les quedan lágrimas con que expresar su dolor y su miseria.
Una película con un guión muy trabajado, unas interpretaciones, sobre todo de los menos conocidos (la chica japonesa, los marroquíes...) muy buenas, técnicamente de gran nivel y que resulta entretenida y, en algunos tramos, aleccionadora por el retrato certero que hace de las situaciones que maneja.
Como curiosidad decir que en los primeros borradores del guión de Guillermo Arriaga, la sordomuda japonesa era una joven española ciega.




4 comentarios:

  1. Tratándose del mismo director, la película encierra más de una historia. Está hecha como aquella de VIDA DE PERROS del mismo director: Tres películas que se unían en un único punto

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  2. Desde que se rodó la película no cabe duda de que el mundo se ha vuelto mas Babel todavía.

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