En una pequeña embarcación, dos mujeres y un hombre navegan a la deriva.
Es el único largometraje del novelista y poeta brasileño Mário Peixoto, realizado cuando tenía tan solo veintidós años. Los recuerdos del pasado de cada uno de los personajes, se rememoran mediante largos flashbacks.
Peixoto va un paso más allá de lo que entonces experimentaba el cine europeo, por el que está claramente influenciado, en la búsqueda de nuevos lenguajes cinematográficos. Considerada una película de culto y vanguardista del periodo del cine mudo, con apenas cuatro actores y una patente economía de medios, muestra innovadores movimientos de cámara que posteriormente se han hecho más comunes. Mucho enfoque a los zapatos de los intérpretes, a las huellas que dejan; primeros planos no solo de los rostros, también de objetos de lo más variado, plantas, árboles, etc., que se suceden y mezclan con tomas panorámicas en que la cámara se pierde en el horizonte; giros de 360° sobre los ejes vertical y horizontal de la cámara; picados y contrapicados; travellings de las copas de los árboles, de los aleros de los tejados; tomas a ras de suelo o entre las ruedas de una locomotora y un pequeño homenaje a Charlot en una escena en la que se reproduce una breve secuencia de una de sus películas (El aventurero, de 1917) durante una sesión de cine en la que los espectadores se ríen a carcajadas.
Cine experimental con un toque de lirismo poético en una película muy innovadora para su tiempo.
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