El aislado pueblo de Las Piedras, en un lugar cualquiera de Sudamérica, es un sitio pobre y tranquilo, rodeado por el desierto y abrasado por el ardiente sol.
En la calle principal se encuentra El Corsario Negro, una especie de colmado, lugar de encuentro de los europeos que, por razones diversas, se hallan aquí sin posibilidad de escapar.
Sentados en sillas o en los escalones del bar, sin dinero para comprar bebida, el francés Mario (Yves Montand), el alemán Smerloff (Jo Dest), el estadounidense Dick (Jeronimo Mitchell) y el italiano Bernardo (Luis de Lima) se dedican a mirar a las pocas personas que caminan por la calle, hasta que el dueño del establecimiento, Hernández (Darío Moreno), harto de ellos, finalmente los echa de su bar.
Un incendio declarado en un pozo de perforación a 500 kilómetros de distancia de donde se encuentran, obliga a la compañía petrolífera a solicitar un cargamento de nitroglicerina para provocar una explosión que sofoque las llamas.
Cuatro hombres serán contratados para transportar el explosivo altamente volátil sobre un terreno accidentado y carreteras que han sido prácticamente abandonadas. Los cuatro han aceptado el trabajo porque el dinero que se les ofrece es más que suficiente para permitirles irse, una vez que el envío sea entregado. Sin embargo, el viaje será complicado, además de lo remoto del lugar donde debe acabar el viaje, no cuentan con los medidas para que el transporte sea seguro y la tensa rivalidad entre las tripulaciones de los dos camiones que componen el convoy, hacen del viaje un trabajo tan peligroso que pocas personas esperan que regresen con vida.
El guión se basa en la novela del mismo título, del francés Georges Arnaud, seudónimo de Henri Girard. Un tipo peculiar, nacido en 1917, que se se alistó dos veces como voluntario para participar en la Segunda Guerra Mundial. En 1942 se vio involucrado en un oscuro suceso que marcó su vida para siempre: la noche del 24 de octubre de ese año, su padre, una hermana de este y una criada fueron salvajemente asesinados en el castillo familiar de Escoire, en Périgueux, crimen del cual fue acusado. Después de pasar dieciséis meses en distintas prisiones, fue absuelto por un jurado popular el 2 de junio de 1943. Entre 1944 y 1947 dilapidó la herencia familiar y este último año emprendió viaje a Venezuela. Permaneció en el continente americano más de dos años, desempeñando toda clase de trabajos: buscador de oro, topógrafo, chófer de taxi, cantinero, marinero, traficante y, sobre todo, camionero. A su regreso a París publicó El salario del miedo, novela que enseguida se convirtió en un éxito editorial. Desde ese momento se dedicó a la literatura y al periodismo. De 1962 a 1975 residió en Argelia, y en 1985 se trasladó a Barcelona, donde falleció el 4 de marzo de 1987.
Henri-Georges Clouzot originalmente planeó rodar la película en España, pero Yves Montand se negó a trabajar en nuestro país mientras Franco estuviera en el poder. El rodaje tuvo lugar en el sur de Francia, cerca de Saint-Gilles, en la Camarga.
El guión ya excluyó algunos pasajes de la novela debido a posibles problemas con la justicia u otros poderes fácticos, pero además de ello, las acusaciones de antiamericanismo llevaron al censor estadounidense a cortar varias escenas clave de la película.
La película está estructurada en dos partes, la primera, quizá demasiado larga, nos presenta a los personajes y sus circunstancias. Se trata de delincuentes, buscafortunas, vividores, desheredados en general, que han ido a parar a esta especie de fin del mundo sin posibilidades de escapar, sobre todo por circunstancias económicas, pero también por falta de documentación en regla o por tener asuntos pendientes con la justicia.
La segunda parte es el viaje en sí, lo mejor del film, cargado de suspense, un tramo en el que el espectador puede incluso prever lo que va a ocurrir, pero no sabe cuando ni como y eso crea un clima de tensión que acapara toda la atención en el devenir de los acontecimientos.
Hay una coda final que muchos critican por considerar que está fuera de lugar y que estropea un poco la película.
Esta fue la primera película en ganar la Palma de Oro en el Festival de Cine de Cannes y el Oso de Oro en el Festival de Cine de Berlín y, casi desde su estreno, se convirtió en un film de culto. Algunas partes o secuencias del mismo, han inspirado producciones posteriores, algunas de ellas de cineastas de gran prestigio.
Aparte de los valores puramente cinematográficos, el film también reflexiona sobre el poco valor que la vida humana tiene en circunstancias, lugares y momentos determinados.
Las Piedras es el pueblo donde ahora está el aeropuerto de Punto Fijo, ciudad petrolera en medio del desierto paraguanero. Tengo que ver esta película y si la comento, colocaré este blog como fuente
ResponderEliminarA ver si te gusta.
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