miércoles, 16 de septiembre de 2015

NINETTE Y UN SEÑOR DE MURCIA

Andrés Martínez Segura (Fernando Fernán Gómez), ha heredado de su tía Eugenia, fallecida hace siete meses, una librería religiosa y 300.000 pesetas en metálico. Andrés siempre había ayudado a su tía en la librería. Antes de ponerse definitivamente al frente del negocio, decide pasar 15 días en París, tras 30 años de la tienda a casa y de casa al casino, siempre encerrado, sin ver nada y sin tener ninguna aventura.
A Andrés le gustan las mujeres y habría podido casarse, pero ver cómo su tía, con la que vivía, trataba a su difunto tío y cómo le tenía dominado, le han hecho ser enemigo del matrimonio. Por eso quiere marcharse a París, porque le parece que el amor en Francia, debe ser algo completamente distinto que en España y porque está ansioso de libertad.
Su amigo Armando Espinosa (Alfredo Landa), vive en París desde hace cuatro años como delegado de una firma exportadora de conservas y le ha pedido que le busque un hotel, no de mucho postín, pero sí confortable y, a poder ser, a orillas del Sena, donde los dueños o la camarera sepan algo de español, pues con el francés no se apaña demasiado bien.
Sin embargo, Armando le busca acomodo en una casa particular, perteneciente a los señores Sánchez, unos exiliado españoles que tiene una hija, Ninette (Rosenda Monteros), que seduce a Andrés nada más conocerse. Pasado un tiempo, Andrés se apresta a regresar a España sin haber pisado las calles de su soñado París.


Adaptación de la magnífica comedia de Miguel Mihura estrenada un año antes en el Teatro de la Comedia de Madrid. El guión respeta casi en su totalidad el original, y está rodada en clave teatral, salvo los pocos exteriores de París que se muestran al espectador. Precisamente uno de los grandes atractivos de la película está en los diálogos, llenos de ingenio e intencionalidad, que están tomados tal cual del original.
Magníficas actuaciones, con Fernán Gómez en un gran momento y Alfredo Landa apuntando el gran actor que había detrás de los papeles que hacía en las películas sesenteras. Acompañados de una encantadora, ingenua y seductora Rosenda Monteros, la mexicana que había trabajado con Buñuel, Yul Brinner y el gran Marcel Marceau y por dos secundarios de lujo que están espléndidos, Rafael López Somoza y Aurora Redondo.
Aunque algunos vean en el libreto de Mihura una crítica al franquismo y a la pacata sociedad española del momento, yo no estoy tan de acuerdo, hay que ponerse en el momento y el hecho de que en el decorado aparezcan las fotos de Lenin, Lerroux o Pablo Iglesias, no es ninguna provocación al régimen, de hecho a quienes no se explican cómo la censura dejó pasar aquello, yo les diría que no se enteran de lo que están viendo o que tienen una verdadera obsesión con que los autores españoles eran todos antifranquistas y Miguel Mihura no era sospechoso de eso precisamente, me consta de gente del Régimen, incluídos altos dignatarios que se desternillaron de risa con esta película, la censura sabía perfectamente de qué iba aquello, al menos en este caso, si no, de qué le hubieran concedido el Premio Nacional de Teatro por esta obra.
Mihura hace mofa, precisamente, de aquellos exiliados que piensan que España sigue siendo el país del 39 y quiere demostrar que los que se han quedado anquilosados son ellos, de hecho, al final del film, Monsieur Pierre (Rafael L. Somoza), confiesa que hace tiempo estuvo en el consulado español y, "sólo por curiosidad", dice él cínicamente, preguntó si podía regresar a España y, ante su sorpresa, le dijeron que sin ningún problema. Mihura deja claro que la España del 64, no era la URSS.
En cuanto a la represión sexual, que no deja de ser el tema central del film, Armando acaba confesando a su amigo que, aunque lleva cuatro años en París, no se ha jalado un rosco y las cosas allí no son lo que parecen.
La película, como tal, es una de las mejores cintas cómicas del cine español, alejada de estereotipos de la comedia castiza, para asemejarse más al tipo de humor que se hacía en Hollywood, pero con temas que nos tocan más de cerca.





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