En los primeros años del siglo XVI, España y Francia se disputan la supremacía en el continente europeo, dentro de los enfrentamientos armados que estas dos potencias sostienen, se produce el hecho del que tratamos hoy, una batalla a escasos kilómetros de Milán (hoy, la zona, es un barrio de la ciudad), donde se levantaba una pequeña fortificación (en italiano, bicocca). Las tropas españolas, al mando del condotiero Próspero Colonna (que antes había servido a los franceses), mientras el ejército coaligado de franceses y venecianos, maniobraba al mando del Vizconde de Lautrec, confiando, sobre todo, en la invencibilidad de los mercenarios suizos que servían a su lado.
El siglo XV había sido la edad de oro de los aqueros ingleses y de los piqueros suizos, verdaderos maestros en el uso de este arma, con la que ensartaban a los caballos de la caballería pesada enemiga, descabalgaban al jinete y le dejaban inerme dentro de su armadura que le privaba de agilidad en sus movientos. La ventaja principal la obtenían los suizos al utilizar la táctica de las antiguas falanges griegas, es decir, orden y líneas muy juntas.
Aunque los franceses no querían avanzar aún, los mercenarios suizos no habían cobrado y exigieron atacar de inmediato, tal era la confianza que tenían en su poder bélico. Lautrec, ante la amenaza de quedarse sin aquella fuerza de choque, dejó que avanzaran, pero los españoles les tenían preparada una sorpresa, los 15.000 piqueros suizos se encontraron con los arcabuceros españoles que encontraron un blanco fácil de la prietas filas de los atacantes. La escabechina fue de las que no se olvidan y, para colmo, los pocos que lograron superar todos aquellos obstáculos, se encontraban como último impedimento para entablar combate directo, una zanja con una elevada pendiente al otro lado y cuando llegaban al final de aquella interminable subida, ¿quién les estaba esperando? ¡oh, sorpresa, los lansquenetes!, soldados alemanes entrenados para combatir con picas, ¡como los suizos! Así que los piqueros alemanes que servían a las órdenes de Colonna, no tuvieron ni que moverse del sitio para rematar la faena. Una masacre para el ejército franco-veneciano, con miles de bajas, y un muerto en las filas españolas, un pobre arcabucero que fue coceado por una mula cuando estaban recogiendo los pertrechos.
Ya saben de dónde viene la expresión de ser una bicoca cuando uno encuentra un chollo en la compra.
interesante y curiosa lección de historia
ResponderEliminarGracias, Maribel.
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