sábado, 10 de mayo de 2014

LOS ZULÚES Y LA MUERTE

De esa búsqueda constante del ser humano por encontrar un sentido a nuestra presencia y a nuestros actos en este mundo, no se escapa ni siquiera la muerte, de la que se ha tratado de buscar una explicación, sin conformarnos con la simple y llana de que somos como cualquier otro ser vivo: nacemos y morimos.
Igual que en occidente nos hemos inventado lo del paraíso y demás, en la mitología zulú existe un relato que me ha llamado la atención por lo que tiene de sencillo e infantil (en el buen sentido de la expresión), una explicación que parece un cuento:
Unkulunkulu, su divinidad suprema (al que los misioneros cristianos, por cierto se empeñaron en identificar con el sexo masculino, cuando en el imaginario nativo es un ser sin género), tras crear al hombre, decidió preservarle de la muerte, para lo que envió un mensajero, un camaleón, con la noticia de que serían inmortales, pero al animalejo le entró apetito y se detuvo a comer, demorándose más de la cuenta.
Unkulunkulu, que nada sabía de este contratiempo, se mosqueó al pensar que los humanos daban la callada por respuesta, cuando él esperaba algún signo de agradecimiento, vamos que le defraudó que los hombres no tuvieran un detallito, así que como castigo, decidió cambiar el mensaje y envió a un lagarto con la noticia de que a partir de ese momento, los hombres morirían como todo bicho viviente. El lagarto fue más diligente que su colega camaleón y su mensaje de muerte sí llegó a los humanos, que desde entonces, sabemos que sólo estamos de paso por este mundo.
En cuanto a los zulúes, detestan tanto a los lagartos como a los camaleones (ya saben aquello de matar al mensajero), pero siguen considerando a Unkulunkulu, como un ser bondadoso que, en compensación a la desgracia de la muerte inevitable, ofreció el matrimonio, que permite a los valerosos guerreros zulúes tener hijos, además de dar a los hombres medicinas para las enfermedades, el fuego para cocinar y una morada para los muertos.
 
 
 

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