miércoles, 28 de mayo de 2014

DISPARANDO A PERROS (SHOOTING DOGS)

Joe Connor (Hugh Dancy), es profesor de la Ecole Technique Officielle, un centro de educación secundaria en Kigalli dirigido por el padre Christopher (John Hurt), un sacerdote católico que lleva muhos años en Ruanda.
En terrenos de la escuela, tiene su base un grupo de paracaidistas belgas, comandado por el capitán Charles Delon (Dominique Horwitz) que, bajo mandato de la ONU, se encarga de supervisar los acuerdos de paz de Arusha, firmados entre Ruanda y Uganda.
En abril de 1994, el primer ministro ruandés Juvénal Habyarimana, es asesinado, y aquello fue como una señal que desató toda la violencia y el odio que se había ido generando entre las dos étnias del país. Literalmente se levantó la veda para la caza del tutsi, miles de tutsis fueron masacrados por los hutus.
En los primeros momentos de los incidentes, cientos de tutsis de todos los lugares de la capital, esperan a las puertas de la Ecole Technique en busca de refugio, la presencia de los cascos azules les hace concebir esperanzas de que allí estarán a salvo. Sin embargo la cruda realidad se acabará imponiendo y poco a poco se van dando cuenta de que serán abandonados a su suerte, sólo es cuestión de tiempo y de que los cuarenta blancos que están allí refugiados, sean evacuados; cuando esto sucede, la tragedia se desencadena.


El film está basado en hechos reales que son acomodados por el guión, pero que, básicamente, se adecuan bastante a la realidad de lo que allí aconteció. 2.500 ruandeses de la etnia tutsi, fueron masacrados el 11 de abril de 1994 en la Escuela Técnica de Kigali. El pequeño destacamento de cascos azules belgas que tenían allí su base, recibió la orden de evacuar la posición y trasladarse al aeropuerto, en cuanto salieron por la puerta de la Escuela, miembros de los Interahamwe (una milicia civil), entraron en las instalaciones. El film nos cuenta que allí acabaron con la vida de todos los refugiados, la verdad es que la mayoría fueron llevados en una especie de marcha de la muerte a un vertedero de basura en Nyanza-Rebero, pero el trágico resultado final, fue el mismo.


La película está rodada con mucho realismo en los mismos escenarios en los que sucedieron los hechos y algunos de los trabajadores de la misma, son supervivientes o familiares de gente desaparecida en aquellos trágicos sucesos; es cierto que, a mi manera de ver, tiene altibajos a la hora de transmitirnos el ambiente que se vivió allí, en algunos momentos logra contagiarnos el miedo opresivo que debieron sentir los refugiados, pero en otros resulta un tanto teatral, de cualquier modo, películas como esta, a mí siempre me han resultado un tanto complicadas de juzgar en el aspecto técnico, entre que lo domino muy poco y que me resulta duro hablar de ello cuando detrás de eso hay una realidad de personas que murieron en condiciones tan vejatorias y salvajes.
De cualquier modo, no puedo dejar de señalar que detrás de la producción está la BBC, con lo que eso significa de garantía de buen hacer; que las actuaciones están bastante conseguidas y que la ambientación es muy buena.


El mensaje central del film, tiene dos vertientes, por una lado juzga, y lo hace sin contemplaciones, la ineficacia de los organismos internacionales a la hora de evitar la masacre; por otro, hay una reivindicación del papel de los misioneros, en este caso es un católico, y su compromiso con los perseguidos.
Este último asunto no es gratuito, la religión estuvo presente en todo aquel sinsentido en un país de mayoría católica. Igual que hubo gente de otros ámbitos de la vida que participaron en la salvajada, también la Iglesia (las iglesias, pues habría que incluír a otras confesiones cristianas) tuvo su parte, de hecho hay eclesiásticos condenados por haber sido colaboradores necesarios de episodios sangrientos, así que el film nos presenta al padre Christopher en representación de esos otros (entre ellos algunos españoles), que estuvieron con los desesperados hasta el último momento, tanto que nunca se supo qué fue de ellos, porque formaron parte de aquella inmensa masa muerta a machetazos y palos; se calcula que 800.000 pesonas perdieron la vida de forma violenta entre abril y julio de aquel año.


La película hace un recorrido en el que nos traslada desde la situación casi idílica que viven en la Escuela, hasta el infierno en el que se convierte aquello. El hilo conductor, el personaje en el que vemos reflejado ese viaje, es el joven cooperante Joe Connor (Hugh Dancy), el prototipo de occidental comprometido que, como él mismo dice, ha ido allí como una manera de dar gracias y tratar de devolver algo de todo lo que la vida le ha otorgado, pero cuando llega la hora de la verdad, es cierto que en el último momento, se sube a los camiones de la ONU para salvar el pellejo ante la mirada a mitad de camino entre la decepción y la reprobación de su discípula más destacada a quien prometió que no les abandonaría. Sólo el padre Christopher quedará con ellos para cargar con su cruz.
Hay una serie de personajes que encarnan las actitudes y situaciones diversas de quienes conformaron como actores  (unos víctimas, otros verdugos y otros espectadores cercanos) la tragedia. Desde los inocentes como Marie (Clare-Hope Ashitey), hasta los comprometidos hasta el final como el padre Christopher; en el medio, aquellos que inexplicablemente se volvieron locos, como vemos al jardinero de la Escuela, Julius (Victor Power), un negrazo jovial y afable que cuando estalla la revuelta no duda en coger el machete y cortar cabezas; los que quieren y no pueden, como los soldados belgas, impotentes ante las órdenes recibidas y a quienes no hubiera importando tratar de rescatar a aquella gente; los blancos empleados de las empresas occidentales, que sólo quieren salvar el pellejo como sea y para quienes los africanos no significan nada especial y, por fin, aquellos que han ido allí en el comvencimiento de ayudar y se dan cuenta, a la hora de la verdad, de que están dispuestos a soportar incomodidades, pero sólo hasta cierto punto y, en ningún caso a desempeñar el papel de héroes.


Contra los que sí carga con todo el film, es contra las organismos internacionales, cuya actuación fue vergonzosa. Con esa hipocresía que caracteriza a ciertos políticos, la administración norteamericana, presidida a la sazón por Bill Clinton, no quería ni oír hablar de genocidio, algo que de haber sido reconocido, hubiera dado poderes al Secretario General de la ONU, para ordenar una intervención. La representante de Estados Unidos en la ONU, Madeleine Albright, no hacía más que emplear eufemismos para justificar su tenaz oposición a cualquier resolución del Consejo de Seguridad.
Película que retrata con verismo uno de los episodios más vergonzosos e incomprensibles de la historia reciente, ocurrido en África, sí, pero del que occidente no puede decir que tuviera las manos limpias, de esas películas necesarias que nos sumergen en la reflexión de lo despiadados que podemos llegar a ser y de la sinrazón de este mundo nuestro en el que los intereses espurios mandan sobre la solidaridad y la justicia.




4 comentarios:

  1. Película no muy conocida y que merece la pena. Muy dura, por supuesto, porque así fueron los hechos que allí ocurrieron. Tal vez, a más de uno le pueda servir para abrir un poco los ojos.

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  2. La he visto y creo que es muy buena, aunque por supuesto con momentos duros, pero la realidad no es para ocultarla.

    Saludos Trecce.

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    1. De todas maneras, el tratamiento que adopta huye de efectismos, creo yo.

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