Un film triste y amargo, pero lleno de emoción, esa es la primera impresión que saca uno de esta película en la que se nos narra un doble viaje: Hacia la muerte, doble a su vez, ya que por un lado está la figura del abuelo (el recordado John McIntire) y por otro Red, el protagonista; y un viaje iniciático, el de Whit, el sobrino fiel del protagonista, hacia la vida adulta.
El guión quizá resulte un tanto irregular, como la misma película en su totalidad y aunque es considerado como un film menor, ya se adivinan en él las líneas maestras de un director que cada vez tiene más claro qué tipo de cine está interesado en hacer. Posee los suficientes aciertos como para no ser menospreciado en absoluto.
Una banda sonora salpicada de buenas canciones country, como no podía ser menos en una historia que nos narra el último intento de este cantante perdedor para no caer en el olvido.
El papel del sobrino es interpretado por Kyle Eastwood, el hijo mayor de Clint, que ya le había acompañado en El fuera de la ley y en Bronco Billy y volvería a hacerlo en Los puentes de Madison; aparte de su labor como compositor o arreglista en Mystic River, Million Dollar Baby, Banderas de nuestros padres, Cartas desde Iwo Jima y Gran Torino.
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