martes, 15 de enero de 2019

EBEN-EMAEL

Al inicio de la II Guerra Mundial, el principal arma de los alemanes era la superioridad armamentística y la rapidez, la llamada Blitzkrieg, la guerra relámpago, que llevó a los aliados en pocas semanas al borde del desastre y obligó a la evacuación de la Fuerza Expedicionaria Británica en Dunkerque.
Antes de eso, los alemanes hubieron de cruzar el Mosa para desbordar las defensas belgas y a través de aquel país, bordear la Línea Maginot y los bosques de las Ardenas, que el alto mando francés consideraba intransitables.
Dentro del plan estaba acabar con la fortaleza de Eben-Emael, situada entre Maastrich y Lieja y que los belgas habían construido entre 1932 y 1935, con el fin de defender la frontera del país. La artillería del fuerte tenía a tiro los puentes con los que contaban los alemanes para cruzar el canal Alberto y el río Mosa y el bastión era considerado como un obstáculo que, en el peor de los casos, retrasaría el avance alemán dando tiempo suficiente a los aliados para responder a un eventual ataque germano.
Desde noviembre de 1939, hasta mayo de 1940, los soldados belgas de la zona habían sido puestos en alerta en cuatro ocasiones debido a falsas alarmas, con la consiguiente anulación de permisos, lo que unido a la vida bajo tierra en los subterráneos del fuerte, fue deteriorando tanto la moral como la capacidad de reacción de los soldados. Cuando a la 00:30 horas del 10 de mayo el fuerte recibió una nueva llamada de alerta por un posible ataque desde el otro lado del canal, nadie sabía si se trataba de otra falsa alarma. Realmente nadie esperaba una invasión, que era lo que se estaba produciendo, ya que grupos de hombres relativamente pequeños habían aterrizado a bordo de planeadores, cada uno con un objetivo concreto, que incluían acabar con las posiciones artilleras que apuntaban hacia los puentes y bloquear las salidas del fuerte para dejar atrapados a sus defensores. La rapidez era primordial puesto que los belgas tenían preparados explosivos para derribar los puentes en caso de extrema necesidad.
Debido a la indecisión y a las discusiones establecidas entre los defensores sobre si debían volar o no los puente, únicamente el puente de Kanne saltó por los aires, el puente de Vroenhoven y el de Veldwezetl, de 115 metros de largo y unos 9 de ancho, permanecieron incólumes.
A las 12:15 horas del 11 de mayo, los soldados belgas salieron de sus refugios bajo tierra enarbolando bandera blanca y entregando Eben-Emael a los alemanes. El 28 del mismo mes, el ejército belga al completo se rendía a los nazis.




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