Chris MacNeil (Ellen Burstyn) es una actriz de cierto éxito que vive de manera acomodada junto a su hija Regan (Linda Blair), en una casa en la que cuenta con servicio doméstico y secretaria personal.
Regan es una niña agradable y bien educada, aunque repentinamente, a partir de haber estado jugando con una tabla de ouija, su madre comienza a apreciar algunos cambios en su forma de comportarse, que le llevan a consultar al médico. Tras las primeras pruebas, no detectan ninguna alteración física en Regan, por lo que cada vez la van sometiendo a otras más complejas, incluso dolorosas, que van descartando, una tras otra, cualquier tipo de patología.
Sin embargo, la situación de la niña, no sólo empeora, sino que va tomando un sesgo totalmente desconcertante, pues sufre tremendas convulsiones que no se corresponden con su fuerza física, emite sonidos extraños y va sufriendo cambios que alteran su aspecto físico. Incluso el entorno se ve afectado, su habitación se convierte en un lugar inexplicablemente gélido y se encuentra sumida en un desagradable olor.
Ante la incapacidad de los médicos para emitir un diagnóstico, Chris les urge para que le den alguna solución y, aunque escéptico, uno de ellos le sugiere que someta a su hija a un exorcismo practicado por algún sacerdote católico. Chris no es creyente, pero como las vías a su alcance se han mostrado inoperantes, decide acudir a este desesperado intento.
A finales de agosto de 1949, William Peter Blatty se obsesionó con un reportaje publicado por The Washington Post sobre Robbie Mannheim, un joven de catorce años que, durante seis semanas, había sido sometido a numerosas sesiones de exorcismo para expulsar un demonio que había poseído su cuerpo. Su curiosidad se incrementó al conocer que uno de los sacerdotes responsables era profesor, el padre William Bowder, a quien escribió repetidas veces solicitándole una entrevista personal. Si bien, el sacerdote se negó a esta petición, informó a Blatty de la existencia de un diario pormenorizado de los hechos acontecidos aquel abril.
Los documentos estaban custodiados en la sede de la Compañía de Jesús en Nueva York y Battly consiguió acceder a ellos. Impresionado por el testimonio de los tres sacerdotes, decidió escribir una novela que describiese aquella intensa batalla contra el mal, «El exorcista».
El libro se publicó en 1971 y se convirtió de inmediato en un superventas. Dos años más tarde, su mismo autor, escribió el guión de la película.
El realizador William Friedkin realiza un meritorio trabajo para adecuarse de manera fidedigna a los rituales y procedimientos que sigue la Iglesia Católica para este tipo de intervenciones.
La película los presenta sin efectismos, lo que vemos, se corresponde con la realidad de estas situaciones, más allá de lo que cada cual piense de ellas según sus creencias. Lo mismo ocurre con todo lo relativo a las pruebas médicas, alguna de las cuales, por cierto, resultan más desagradables a algún tipo de espectadores que las relativas al proceso de posesión extraña que sufre Regan.
Bien fotografiada y con una meritoria banda sonora, la película cuenta con brillantes interpretaciones y unos caracteres bien definidos para sus personajes, en lo que juega un importante papel la calidad de los diálogos.
Buena parte del éxito del film está en la acertada planificación, la película nos va haciendo recorrer un crescendo de terror, partiendo de unas situaciones casi normales, los miedos de la niña, al principio del film, son como los que pueden tener tantos otros jóvenes de su edad y los primeros remedios que se buscan, son los lógicos, acudir al médico. Pero poco a poco, el espectador se ve sumergido en un proceso, cuyo final, poco tiene que ver con cómo empezó.
A pesar de lo que pueda parecer, por todas aquellas escenas que todos recordamos (cuando baja las escaleras, la cabeza vuelta hacia la espalda, el líquido repugnante que sale de su boca, la escena de la masturbación con el crucifijo...), la película no recurre a efectismos innecesarios al que tan dadas han sido algunas películas del género (apariciones sorpresivas, alargamiento de la tensión que pone en vilo al espectador...), sino que, partiendo de que es una película de las que vulgarmente llamamos "de miedo", es parca a la hora de recurrir a esos métodos.
Sin duda, el film se ha convertido en una película de referencia, todo un clásico del género que no ha perdido con el paso del tiempo.
Miedo del de verdad. Acojona, con perdón.
ResponderEliminarEs cierto, está muy bien hecha y cuenta con un magnífico guión.
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